La plaza de las arquetas (primera parte)

La sátira

Con el Plan de Zapatero,
Nos han llegado hasta Aranda
Grandes cantidades de euros
Para reformar la Plaza;
Quien piense que la de toros,
Habrá metido “la gamba”:
Esa es de un fino empresario
Que hace a los toros y casas
Asunto de sus negocios,
Y en boca del pueblo anda,
Por amistades y fobias,
Con las peñas y charangas.
...
Se trata de otro lugar
Céntrico donde los haya,
Que han cubierto de losetas
Casi toda la explanada,
Excepto los adoquines
De esa especie de calzada,
Que usará quien necesite,
Durante la hora marcada,
Repartir sus mercancías,
O contemplar las fachadas.

Han colocado también
Bancos para la holganza,
Bancos del mismo color,
Que dan prestigio y prestancia
A las nobles posaderas
Que de ellos haga usanza.
Los bancos muy serviciales,
Con respaldo o sin espalda,
Ayudan a relajarse
A quien en ellos descansa.

Las papeleras robustas
Por la plaza situadas,
En el ciudadano serio
Forman una adivinanza:
“¿Servirán para lo que han sido,
En principio, diseñadas,
O serán meros testigos
De suciedad congregada,
Toda a su alrededor,
Y en su interior no habrá nada?”

En lo alto, las farolas,
De calidad contrastada,
Iluminarán el gris
En las noches estrelladas,
Porque en las noches oscuras

A los balcones no alcanza;
Las luminarias del suelo,
Con precisión enfiladas
Al lado de las columnas,
De palomas sus moradas,
Indicarán el camino
Cuando oferten las rebajas;
Esas aves de ciudad
Que no se espantan de nada
Que adornan con excrementos
Los capiteles y basas,
Alguna que otra cabeza
Y el gris triste de las placas.

Han dejado de recuerdo
En el medio de la Plaza
Unos cuantos plataneros
Que dan sombra a la bancada,
Alegría al medio ambiente
Con su color esperanza.
El kiosco de la música,
Otro signo de añoranza,
Por razones muy diversas
Se quedó donde ya estaba;
Distracción para los niños,
Malestar para las damas.


Bajo el kiosco y los bancos
Hay unas luces enanas
De colorín- colorín
Que al mobiliario señalan;
Por “leds” nos son conocidas
Y su misión encargada
Es señalar el volumen
De la masa uniformada
De ese gris omnipresente
Que a la vista nos regala.

Todo lo han puesto de gris,
Color triste en abundancia
Cuando aquí necesitamos
Colorido en las ventanas,
Colorido en nuestras vidas
Alegría en nuestras almas.

De todos los componentes
Lo que más brilla y destaca
Es el número de arquetas
Que en el suelo hay instaladas,
Arquetas de oscuros grises,
Arquetas articuladas,
Las hay de hierro fundido,
Y las hay enmarquetadas,
Unas de electricidad
Y otras de potables aguas,
Unas de telefonía
Y también para el gas, haylas.
Son arquetas funcionales,
De dimensiones variadas;
Son arquetas que destacan
Sobre el gris de la enlosada.
Se cuentan por centenares
Las arquetas renombradas;
Las hay en grupos de cinco
Y las hay emparejadas;
Unas nombran el servicio
Y otras no nos dicen nada;
Parecen fichas de un puzzle
Que nunca serán encajadas.
Quien contemple la visión
De las arquetas de Aranda
Pregonará por doquier
Esta merecida hazaña

De juntar en un recinto,
Y lograr la justa fama,
El mayor número de arquetas
Que se haya visto en España.

Ruego al poeta intimista
Que feroz crítica no haga,
Que son versos informales
Y nunca de rompe y rasga,
Que no buscan la belleza,
Sólo persiguen la chanza,
Y lo cutre del romance,
No alivia el gris de la Plaza.

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No es preciso recordar que el romance es una sátira de la obra exterior y no de la subterránea, ejecutada esta última según un proyecto heredado del equipo de gobierno de la anterior corporación.

Llama la atención la fila de árboles existentes en el medio de la plaza. Pretendieron talarlos, e incluso trasplantarlos, pero al final se quedaron donde estaban. Algo semejante ocurrió con el kiosco de la música. No tuvo la misma suerte la fuente convertida en tiesto-florero gigante. Se pretendía conseguir un espacio diáfano que pudiera ser utilizado en actos con asistencia multitudinaria.

Cuando los problemas se plantean durante la obra, y no durante su diseño, nos indica la existencia de una improvisación manifiesta, debido en este a la premura de tiempo para acometerla y finalizarla en los plazos marcados por el dispensador de los dineros, el Gobierno de España, que pretendía aliviar con su Plan E, la estadística del desempleo creciente.

Se quería una plaza sin obstáculos y al final han quedado demasiados elementos dispares, siempre grises, que han frustrado el objetivo propuesto. Con la última adquisición, esa carpa de quita y pon, (“jaima”, para muchos), se ha conseguido poner una nota de exotismo ajeno a cualquier plaza castellana, pero no mucho más.

¿Cuál es realmente la opinión de los ciudadanos de Aranda y la de sus visitantes? ¿Cuáles son los elementos positivos y negativos de esta reforma? ¿Habrá merecido la pena esa inversión millonaria efectuada?

Sobre gustos y colores, cada cual tiene los suyos, y si lo desea, puede manifestarlo. Por ocasión, que no quede…