13 de enero de 2010

Romance del progreso educativo

 El sábado, día 9, se publicó la entrada titulada "La categoría de lo anecdótico". En ella se trataba de la sentencia condenatoria a un pofesor por trato vejatorio a un alumno. En la de hoy podremos ver un caso contrario, tratado en clave de humor. Creo que merece la pena leerlo y disfrutarlo, pues contiene algún pasaje más que memorable.

 ROMANCE DEL PROGRESO EDUCATIVO (Por Fray Josepho)

 En un mezquino instituto // de un lugar de la Península,
cuyo nombre no recuerdo // —¡qué flaca memoria mía!—,
pasó hace poco la anécdota // que este fraile os comunica.
Era el instituto un centro // de enseñanza distinguida
donde iban a desasnarse, // con cartera o con mochila,
muchos jóvenes, cargados // de ilusiones infinitas.
Los honrados profesores, //  aupados en las tarimas,
enseñaban sus materias // pertrechados de la tiza.
Alguna vez, un alumno  // —¡adolescencia bendita!—,
por lo osado de sus años, // travesuras cometía:
poner mote al profesor, // sacar una chuletilla,
llegar tarde a alguna clase, // pegarle unas caladitas
a un cigarrillo en el patio // pasándoselo a hurtadillas,
pintar quizá en la pizarra // un corazón con la tiza
o arrojar a un compañero // diminutas pelotillas
usando por cerbatana // un boli bic sin la mina.
Por lo común, nada serio: // todo chiquilladas nimias.
Si alguno se desmadraba, // siempre se le reprendía:
mandaba el Jefe de Estudios // a su padre una misiva
y los alumnos temblaban // sólo ante tal perspectiva
(pues a menudo los padres, // con rigidez excesiva,
se sacaban la correa // con que se ciñen la tripa,
y... ¡ya imaginan ustedes // por qué el chico los temía!).

***   ***  *** *** ***
Pero ya hace mucho tiempo // que estas cosas sucedían,
y en el negocio docente // cada curso es una vida.
Pasemos, pues, al presente // de esta narración verídica.
En el citado instituto, // cuyo nombre se me olvida,
murieron los viejos planes: // ya la LOGSE se impartía.
Estaban llenas de moho, // arrumbadas, las tarimas.
Sólo algunos reaccionarios // usaban pizarra y tiza.
La silla del profesor, // cátedra clásica y digna,
era una cosa de “skay”, // que, al sentarse alguien encima,
en la espalda y la culera // dejaba marcas gorrinas.
En las aulas y pasillos // la cochambre predomina
y en muchas clases se advierte // rancio olor de sobaquina.
Pero en esta época nueva // más diferencias había.
Imperaban los currículos, // la “enseñanza comprensiva”
(cosa tan incomprensible, // que hasta su nombre es mentira).
Ahora llamaban Sociales // a la Historia y Geografía,
Ciencias Experimentales // eran la Física y Química.
Se usaban raros palabros // de psicopedagogía:
al tradicional dibujo // Plástica le denominan,
al suspenso le llamaban // evaluación negativa.
La sapiencia iba en descenso, // e iba en alza la estulticia.
Eran muchas más de tres // las antiguas tres marías.
Andaban los profesores // con pinta triste y mohína.
Clase, clase, daban poca; // pero sí que se reunían:
equipo técnico, claustro, // preevaluación, tutoría,
reunión de departamento, // reunión de la directiva,
reunión de tutor y padres, // reuniones sindicalistas,
comisión de convivencia // (convivencia es disciplina,
y no es amancebamiento, // por si es que no lo sabían),
consejo escolar, cursillos // (la nueva tortura china),
coordinaciones de área, // evaluaciones, visitas,
en resumen, muchas tardes // tediosas, plúmbeas, perdidas...
El entusiasmo docente // sólo era una batallita
que los más viejos contaban // para suscitar la envidia:
—Enseñábamos latín. // —A veces hasta aprendían.
—Muchos chicos redactaban // sin faltas de ortografía.
—Se quedaban en silencio // en clase de Geografía.
—Al explicar ecuaciones // casi todos atendían.
—Algunos se interesaban // por la Física y la Química.
—Les dabas a leer un libro // e incluso hasta lo entendían.
—Nunca comían en clase // “bollicaos” ni palomitas.
—Acabábamos los viernes // sin neurosis depresiva.
—No abundaban por las aulas // las grescas y griterías.
—Llamábamos tonto al tonto // y no, como ahora se estila,
“alumno con diferente //  dinámica intelectiva”.
—El gamberro era gamberro, // y no “alumno que origina
conductas antisociales // por carencias afectivas”.
—El vago siempre era vago, // no “alumno al que no motiva
un modelo de enseñanza // rutinaria y memorística”.
Y con estos comentarios, // hechos en horas perdidas
de los “segmentos de ocio” // (recreos toda la vida),
intentaban remediar // su infeliz melancolía.
Pasaban tristes las horas, // pasaban lentos los días,
poco a poco las semanas, // ingratas, se sucedían
y un trimestre se acababa // cuando otro nuevo venía.
Sólo esperaban, humildes, // su nómina reducida
(porque no hay oro que pague // un mes de esa vida indigna):
¡el sueldo y las vacaciones, // las únicas perspectivas!
Los puentes eran un bálsamo, // los lunes, pena y fatiga.
     ***  *** *** *** *** ***

Y un lunes, uno de tantos, // que a un domingo sucedía,
ocurrió la historia cierta // que hoy este fraile os recita.
Un profesor, de los jóvenes, // entraba en clase ese día.
Era después del recreo // y en hora de tutoría.
Andando por el pasillo, // los empujones esquiva
y a codazos se abre paso // por la chusma matutina.
Cuando entra por fin en clase, // reina allí la algarabía.
Así su tercero de ESO, // por norma, le recibía:
arreciaban los aullidos, // las voces descomedidas,
empellones y carreras // por el aula, entre las sillas.
—¡Callaros! ¡Estaros quietos!—// inútilmente decía.
—¡Por favor! ¿Queréis sentaros? — // abatido, repetía.
Como quien escucha el viento, // como quien siente la brisa,
como quien oye que llueve // sobre la verde campiña,
de tal manera era el caso // que los alumnos le hacían.
—¡Estamos en clase! —exclama. // —¡Me voy a enfadar! —se indigna.
—¡A vuestros sitios! —lo intenta. // —¡Silencio! —se desgañita.
Va subiendo, incontenible, // en su espíritu la ira.
Allí nadie calla, nadie. // No hacen caso: ¡ni lo miran!
Desesperado, sujeta // por el brazo a una que brinca
y la apremia: —Estate quieta, // que tenemos tutoría.
—A mí no me toques, tío — // le responde la chiquilla,
soltándose con violencia // de la mano que la asía.
—Te voy a poner un parte // para que te echen tres días.—
con esta amenaza, intenta // mantener la gallardía.
¡Vete a tomar por el culo! —// contesta la “señorita”,
El profesor reflexiona:
// —“¿Quiere quizás esta chica
que yo indague en los misterios // de la vieja sodomía?
¿Me plantea una mejora // de mis relaciones íntimas?
¿Está hablando de costumbres // sexuales alternativas?
¿Será deleitable el uso // de estas prácticas lascivas?
¿A qué mórbidos placeres // posteriores me convida?”—
Tales cosas un instante // por su cerebro transitan.
Está aturdido. Enrojece. // Todo en la clase son risas.
A la moza sus compinches // aclaman y glorifican:
—¡Vaya corte le has pegado!// —¡Te lo has hecho de película!
—¡Qué cara se le ha quedado! // —¡Lo has dejado seco, tía!
—No te enfades, que era broma.— // le dice por fin la niña.

Y dirigiéndose al corro, // del cual es la cabecilla,
ordena con gran aplomo // y aire de perdonavidas:
—Venga, colegas, sentaros: // ¡que empiece la tutoría!
===============================================

Este blog cuenta con la "autorización expresa y personal" del autor, Fray Josepho,  para la publicación de sus poemas.

7 comentarios:

  1. Extraordinaria. Nos ha encantado, y dice la verdad. Si es que la educación de estos chicos...deja mucho que desear.

    ResponderEliminar
  2. Graciosisima esta poesía, pero a la vez triste porque refleja la pura realidad de falta de respeto.

    Y las autoridades tampoco hacen nad por mejorarlo. Siempre darán la razón a los chicos para no enfrentarse con los padres, y a los profesores les quitarán la razón

    ResponderEliminar
  3. No puedo creerme que eso pueda ocurrir de verdad en un instituto, y si pasa alguien debe dar razones de por qué. Si nuestros jóvenes tienen ese comportamiento, no podemos tener calidad de enseñanza, pues falta educación.

    Que pena! Con los medios que tienen hoy nuestros hijos, y lo poco que lo aprovechan.

    ResponderEliminar
  4. Buenísimo. Lo cuelgo en la sala de profesores (citando la fuente, por supuesto)

    ResponderEliminar
  5. El "vete a tomar por el culo" de la señorita (la expresión, no el culo)es antológico.

    Pues yo también lo voy a poner, porque es la pura verdad, y es lo que tenemos y lo que nos han dejado.

    ResponderEliminar
  6. el problema es que es verdad. No es ninguna exageración. no solo te mandan a tomar por culo, sin oque en çcima te dejan dar clase y se lo debes agradecer...Hasta que ellos quieran.

    ResponderEliminar
  7. Profesor cordobés Óscar: también me dedico a la enseñanza en Burgos, y reconozco que los problemas les tenemos igual en todos los sitios: la indisciplina nos quita mucho tiempo y muchas ilusiones, nos quema y no nos deja todo el tiempo necesario para lo nuestro, que es enseñar.

    Para aprender cualquier cosa, y para enseñar cualquier cosa es necesario crear y tener un ambiente de seriedad, estudio y disciplina en las aulas. Lo contrario tiene efectos nefastos: una mente de "coleguis" con leguaje que utiliza 500 palabras produce discursos de niveles inferiores.

    Soy un admirador de Fray Josepho, compañero de fatigas y de oficio. Por eso sabe bien de lo que escribe.

    ResponderEliminar

Los comentarios con lenguaje inapropiado serán borrados