El cuerpo de Inspectores de Enseñanza no destaca precisamente por sus comentarios críticos sobre el sistema educativo, ya que sus funciones consisten en hacer cumplir y supervisar las normativas educativas en vigor en el momento concreto en los centros de su competencia. Por eso, precisamente, resulta más sorprendente y esclarecedor el artículo de Don José Martínez Montero, y sus observaciones sobre el comportamiento de los alumnos de E.S.O. en las aulas. Cuando el vaso se llena demasiado, rebosa, y eso es lo está pasando en muchas de las clases de ESO, sobre todo en la Enseñanza Pública.
De las tres entradas anteriores, una iba en tono serio y crítico con la posición del Ministro de Educación, Sr. Gabilondo; la siguiente era una poesía de Laura Campmany, en plan satírico sobre la situación educativa española y la última trataba en clave de humor, pero realista, el desarrollo de una clase de Inglés con alumnos de 1º de ESO. La de hoy vuelve a ser muy seria y realista, experiencias de un Inspector, y terminaremos este ciclo con una poesía de Fray Josepho, que contará prácticamente lo mismo que el anterior, pero con la sátira y el fino humor que le caracteriza.
Artículo del inspector de Educación Jaime Martínez Montero. Publicado en Diario de Jerez el domingo 29 de marzo de 2.009.
SEÑORES PADRES CON HIJOS EN LA E.S.O.:
Lo que más sorprende a los especialistas extranjeros que visitan nuestros institutos es el mal comportamiento de los alumnos en el aula, la confianza de amigachos que preside su relación con los profesores (siempre con el tú por delante), lo escandalosos que son y el descuido con el que tratan el material que se pone a su disposición. Si los visitantes son coreanos o japoneses, la impresión les puede provocar un shock.
No es fácil conseguir mejoras significativas en los resultados escolares. Pero, desde luego, si no se aborda con seriedad y decisión el cambio del comportamiento de los alumnos, poco se puede conseguir. Para que el alumno pueda rendir en clase es preciso que, en primer lugar, atienda y, en segundo lugar, que lo dejen atender. Es el requisito previo, como lo es comprar un décimo para que te toque la lotería. Muchas de las correcciones que se ponen en marcha para atajar este mal son poco compartidas por los padres de las criaturas, que optan más por la impunidad de sus hijos que por su educación. Parece como si la mala conciencia del poco caso que les hacen la pudieran salvar poniéndose incondicionalmente de su lado a la mínima dificultad con la que tropiezan en el instituto.
Se ha llegado a una situación en la que no producen alarma y se dejan pasar comportamientos intolerables. Los que narro a continuación los he visto yo visitando aulas, exhibidos por mozalbetes de trece, catorce o quince años, mayoritariamente varones, y sabiendo ellos que yo era el inspector. Están los que no reprimen las exigencias de su cuerpo por pequeñas que éstas sean. Así, uno bosteza de la forma más larga y ostensible que se pueda imaginar, desperezando todo el cuerpo. Otro se rasca y hurga, a modo, en axilas, ingle, nariz y oído. El de más allá está prácticamente tumbado en su silla, en una postura en la que alcanzar el tablero de la mesa para leer o escribir es francamente imposible. Hasta a alguna parejita he debido mirarla con reprobación para impedir no sólo que hicieran manitas, sino hasta que fuera algo más lejos. Repito: todo esto mientras el pobre profesor (o profesora, porque como corresponde a la condición humana, suelen ser más groseros y aprovecharse más de quien juzgan que es más débil) intenta explicar su lección o corregir un ejercicio.
¿Y los padres? ¿Qué ocurre cuando se sanciona a sus hijos y se les comunica el castigo? Pues en muchos casos se ponen de su lado, exigen datos y pruebas como si la vida escolar y sus procedimientos disciplinarios fuesen un juicio por la vía penal. Les hacen ver a sus vástagos que su centro de educación y enseñanza actúa arbitrariamente, que persigue sin motivo a sus alumnos, que emprende procedimientos sancionadores contra ellos sin argumentos ni hechos: un día, sin que haya ocurrido nada, los profesores y el equipo directivo acuerdan porque sí sancionar a unos pobres inocentes, e inician procedimientos muy costosos, que requieren mucho trabajo extra y que les van a traer a los que los emprenden un sin fin de preocupaciones.
Señores padres: no es sensato creer antes a los propios menores implicados que a adultos expertos en problemas de disciplina como son los profesores. Los docentes son imparciales (por supuesto, más que los mismos menores o que ustedes), conocen bien a los chicos porque a lo largo de su vida profesional han tratado a miles de ellos, y saben calibrar la trascendencia de las acciones de los que ocupan las aulas porque, además de que se les prepara para ello, tienen la experiencia de haber pasado ya por cientos de casos anteriores.
Señores padres: no deben enseñar a sus hijos de qué manera pueden salir indemnes o cómo se pueden librar de las consecuencias de conductas inadecuadas, sino a que asuman sus responsabilidades, a que corrijan lo que hayan hecho mal, a que acepten los castigos que se les impongan, a que tengan confianza en los profesores y en los centros en los que están escolarizados. Porque, señores padres, no hay mayor despropósito que ayudar a sus hijos a que queden por encima de su profesor y de su instituto.
Señores padres: a sus hijos no les quedan tantos años para enfrentarse a la vida. Enséñenles también a tolerar la pequeña injusticia, el posible error. Porque en el mundo adulto van a encontrar muchas más arbitrariedades de las que puedan sufrir en la escuela. Déjenles bien claro que a sus profesores no les pagan para aguantarlos y reírles las gracias, sino para educarlos. Sus profesores son, para ellos, el anticipo de lo que luego, en el ámbito laboral, van a ser los jefes. Y, como decía Bill Gates, si cree que su profesor es duro con él, que espere a tener un jefe. Éste no va a tener ni la paciencia ni la vocación de su docente.
Señores padres: un viejo consejo decía: "Si vas a sufrir una operación peligrosa, deja todos tus papeles y todos tus asuntos en regla. Es posible que sobrevivas". Aplíquense el espíritu del anterior dicho. Queremos su colaboración y su ayuda para conseguir la mejor educación de sus hijos. Pero no para hacerle la vida más fácil a los docentes. Al fin y a la postre, lo más que convive un profesor con ellos es, durante algún año, dos o tres horas a la semana. Lo queremos porque en última instancia son ustedes los que van a tener que soportarlos durante toda su vida.
Se ha llegado a una situación en la que no producen alarma y se dejan pasar comportamientos intolerables. Los que narro a continuación los he visto yo visitando aulas, exhibidos por mozalbetes de trece, catorce o quince años, mayoritariamente varones, y sabiendo ellos que yo era el inspector. Están los que no reprimen las exigencias de su cuerpo por pequeñas que éstas sean. Así, uno bosteza de la forma más larga y ostensible que se pueda imaginar, desperezando todo el cuerpo. Otro se rasca y hurga, a modo, en axilas, ingle, nariz y oído. El de más allá está prácticamente tumbado en su silla, en una postura en la que alcanzar el tablero de la mesa para leer o escribir es francamente imposible. Hasta a alguna parejita he debido mirarla con reprobación para impedir no sólo que hicieran manitas, sino hasta que fuera algo más lejos. Repito: todo esto mientras el pobre profesor (o profesora, porque como corresponde a la condición humana, suelen ser más groseros y aprovecharse más de quien juzgan que es más débil) intenta explicar su lección o corregir un ejercicio.
¿Y los padres? ¿Qué ocurre cuando se sanciona a sus hijos y se les comunica el castigo? Pues en muchos casos se ponen de su lado, exigen datos y pruebas como si la vida escolar y sus procedimientos disciplinarios fuesen un juicio por la vía penal. Les hacen ver a sus vástagos que su centro de educación y enseñanza actúa arbitrariamente, que persigue sin motivo a sus alumnos, que emprende procedimientos sancionadores contra ellos sin argumentos ni hechos: un día, sin que haya ocurrido nada, los profesores y el equipo directivo acuerdan porque sí sancionar a unos pobres inocentes, e inician procedimientos muy costosos, que requieren mucho trabajo extra y que les van a traer a los que los emprenden un sin fin de preocupaciones.
Señores padres: no es sensato creer antes a los propios menores implicados que a adultos expertos en problemas de disciplina como son los profesores. Los docentes son imparciales (por supuesto, más que los mismos menores o que ustedes), conocen bien a los chicos porque a lo largo de su vida profesional han tratado a miles de ellos, y saben calibrar la trascendencia de las acciones de los que ocupan las aulas porque, además de que se les prepara para ello, tienen la experiencia de haber pasado ya por cientos de casos anteriores.
Señores padres: no deben enseñar a sus hijos de qué manera pueden salir indemnes o cómo se pueden librar de las consecuencias de conductas inadecuadas, sino a que asuman sus responsabilidades, a que corrijan lo que hayan hecho mal, a que acepten los castigos que se les impongan, a que tengan confianza en los profesores y en los centros en los que están escolarizados. Porque, señores padres, no hay mayor despropósito que ayudar a sus hijos a que queden por encima de su profesor y de su instituto.
Señores padres: a sus hijos no les quedan tantos años para enfrentarse a la vida. Enséñenles también a tolerar la pequeña injusticia, el posible error. Porque en el mundo adulto van a encontrar muchas más arbitrariedades de las que puedan sufrir en la escuela. Déjenles bien claro que a sus profesores no les pagan para aguantarlos y reírles las gracias, sino para educarlos. Sus profesores son, para ellos, el anticipo de lo que luego, en el ámbito laboral, van a ser los jefes. Y, como decía Bill Gates, si cree que su profesor es duro con él, que espere a tener un jefe. Éste no va a tener ni la paciencia ni la vocación de su docente.
Señores padres: un viejo consejo decía: "Si vas a sufrir una operación peligrosa, deja todos tus papeles y todos tus asuntos en regla. Es posible que sobrevivas". Aplíquense el espíritu del anterior dicho. Queremos su colaboración y su ayuda para conseguir la mejor educación de sus hijos. Pero no para hacerle la vida más fácil a los docentes. Al fin y a la postre, lo más que convive un profesor con ellos es, durante algún año, dos o tres horas a la semana. Lo queremos porque en última instancia son ustedes los que van a tener que soportarlos durante toda su vida.
Sí señor, tien razón ese Inspector. Se puede decir más alto pero no mas claro. Nos han llevado a una situación insostenible por culpa del "buenismo logsiano", y así nos va. Se debe reformar el sistema cuanto antes, y quien no aproveche los recursos que se le mande a su casa a dar la lata a sus allegados, pero no a sus compañeros.
ResponderEliminarUna curiosidad me ha llevado al enfado. Resulta que me metido por el blog de la derecha D-Iber noticias, debajo de los últimos comentarios “El laberinto de la crisis y el mapa de Aído” y me he encontrado con esto:
ResponderEliminar- Aído gasta 26.000 euros en «un mapa de excitación sexual del clítoris»
- Otra partida servirá para realizar estudios sobre «esclavas negro-africanas del XVI al XIX»
BOE: nuevas subvenciones: 845.803 euros: 22 investigadores de los cuales, casualmente, 21 son mujeres.
La inesperada y poco igualitaria cuota masculina recayó en Borja Mapelli de la Universidad de Sevilla: 50.000 euros para analizar la «exclusión social y violencia de género en los centros penitenciarios de mujeres en Andalucía».
Entre los otros afortunados, destaca un proyecto para la «elaboración de un Mapa de Inervación y Excitación Sexual en Clítoris y Labios Menores; aplicación en Genitoplastia», que estará a cargo de la profesora Nieves Martín Alguacil de la Universidad Complutense de Madrid.
y después hay mas cosas raras.
Aurelia Martín Casares de la Universidad de Granada percibirá 22.767 euros para estudiar las «Reparaciones europeas contemporáneas y memoria de la esclavitud: esclavas negro-africanas y españolas abolicionistas (Siglos XVI al XIX)».
ResponderEliminarOtros 50.000 euros se los embolsará Amelia Valcárcel de la UNED por un trabajo sobre «Ética, religión y normativa de género».
Y Susana Andrés, de la Fundación para la Investigación Biomédica, recibirá 43.484 euros para profundizar sobre «los trastornos de la conducta alimentaria»... se supone que de las mujeres.
. El pasado mes de enero el BOE ya destinó partidas del Instituto de la Mujer por un montante de casi 600.000 euros para la realización
En septiembre pasado se asignaron otros 200.000 euros para apoyar. …
¿Pero donde vamos así? Que cierren ese Ministerio de la Igual Da. Y eso que estamos en crisis, que si llegamos a estar bien, sería el no va mas y el mas dificil todavía
Una pregunta a quien pueda entender de eso: El autor de la carta se queja del "tuteo" de los alumnos a los profesores.
ResponderEliminar¿ No creeis que éso les pueda haber hecho perder autoridad?
Si les trataran de usted marcaría distancias y eso sería bueno. Los profesores, como a los padres, nos pasa que no podemos ser ni amigos ni colegas, porque somos padres, o profesores. Por lo menos yo lo pienso así.
Para educar a mis hijos soy padre, y podemos tener confianza mutua, pero yo soy su padre, sobre todo cuando son adolescentes, que necesitan directrices seguras.
Pues esta parida es casi como la de la Aido:
ResponderEliminarEl PSUC pide que se instauren los bautizos civiles en Granollers
El Partido Socialista Unificado de Cataluña quiere que sean una alternativa laica para dar la "bienvenida" a la comunidad a los recién nacidos.
Acabo de leer con atención esa carta o lo que sea de ese Inspector, y me ha hecho pensar en lo que estamos haciendo con nuestros hijos. Les estamos ayundando o les estamos perjudicando. Creemos que les queremos mas por consentirles mas y al final sera un error, y ellos seran los perjudicados.
ResponderEliminarNo nos vendría nada mal que pudieramos ver a nuestros hijos en plena accion en clase, y ver su comportamiento cuando no estan con nosostros, y ver que hacen cuando no les vemos. Seguramente aprenderíamos algo de ellos, que antes no sabiamos como eran de verdad
Cuando los padres se ponen de parte de sus hijos, y ademas saben que no tienen razon, para salvarles la cara no saben el mal que les están haciendo. En el fondo creen que se están salvando a sí mismos, y cuando les quitan la autoridad a los profesores se la están quitando a ellos mismos como padres. Simplemmnte falta esperar para ver el desastre, y allá cada cual.
ResponderEliminarMi pregunta es muy sencilla:
ResponderEliminarPor qué el Sr. Montilla,Presidente de la Generalitat, no lleva a sus trillizos a la Enseñanza Pública, y les lleva al Colegio Alemán donde estudian español, inglés y alemán?
Es de una hipocresía supina: los chicos de los trabajadores al colegio público o al instituto, y no pueden estudiar en español, y sus hijos a lo selecto para que no se mezclen con la chusma.
¡Si es que siempre ha habido clases!
para enterado:
ResponderEliminarNo te extrañes. los principales dirigents socilistas de Cataluña llevan a sus hijos a la escuela privada.
Ahi va elejemplo: joaquim Nadal, Manuela de Madre, Zaragoza, y la consejera de Trabajo Mar Serna
A eso se llama predicar y dar ejemplo en lo que se cree. La enseñanza púlbica con sus problemas para otros.
A quien pueda interesar y relacionado con esto que estáis comentando:
ResponderEliminarsegún el ABC de hoy la Comunidad de Madrid sigue avanzando para sacar adelante su Ley de Autoridad del Profesor para colegios públicos, concertados y privados.
No estaría mal que se pusiese en toda España, y sería un buen principio
ENHORABUENA!!! Dn.Jaime Martínez. Es la primera vez que veo a un Inspector de Educación decir algo tan sensato e inteligente. A diferencia de sus colegas de profesión que lamentablemente,miran para otro lado, o peor todavía tergiversan las cosas. Enhorabuena, repito. Un profesor
ResponderEliminarENHORABUENA!!! Dn.Jaime Martínez. Es la primera vez que veo a un Inspector de Educación decir algo tan sensato e inteligente. A diferencia de sus colegas de profesión que lamentablemente,miran para otro lado, o peor todavía tergiversan las cosas. Enhorabuena, repito. Un profesor
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