30 de julio de 2010

Reflexiones sin esperanza.

Las siguientes palabras se encontraron escritas en la lápida de un obispo anglicano en la  Abadía de Westminster:

“Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar sólo mi país.
Pero, con el tiempo, me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia y  a los más cercanos a mí.

Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y —quien sabe— tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.”

Después de leer el texto anterior, y parafraseando, más de uno podría escribir lo siguiente:

“Cuando era joven y tenía la ilusión de cambiar la vida política de mi país, me afilié a un partido político.

Como el tiempo pasaba y no conseguía absolutamente nada me propuse algo más modesto: cambiar las formas y algunos contenidos del partido.

Viendo que era empresa imposible llevar a buen término idea tan seductora, intenté hacer los cambios en el ámbito comarcal y local. El esfuerzo resultó estéril, ya que los resultados fueron nulos.

Hoy, después de muchos años de militancia, me encuentro dentro y fuera del partido, observando su trayectoria, sus mensajes, a veces incoherentes,  sus mensajes, y hasta las luchas intestinas por buscar o conservar el poder, y he llegado a comprender algo muy sencillo: si hubiera intentado cambiarme a mí mismo, quizás mis compañeros hubieran seguido mi ejemplo y hubieran cambiado sus actitudes y comportamientos, y éstos hubieran influido en los superiores provinciales y autonómicos, y quizás  los aires de renovación hubieran llegado a la cúpula del partido, que a su vez hubiera podido determinar ciertas acciones que mejorarían el bienestar de España”

Leído lo anterior,  es muy posible que aflore en nosotros algo que llevamos dentro (“In interiore hominis habitat veritas”): el sentido crítico hacia lo que nos rodea y la ilusión de cambiar para mejorar.

Cuando la crítica es un análisis objetivo de los hechos, alejado de una predisposición negativa, nos proporciona rectitud en los juicios y fiabilidad en la valoración, lo que la convertirá en una crítica constructiva.

Si empezamos la crítica por nosotros mismos, seguramente esta reflexión nos reporte humildad, objetividad y comprensión con los actos ajenos, y así podamos entender mejor a los demás después de haberlo hecho con nosotros mismos. La consecuencia inmediata es saber aceptar la crítica ajena y modular la nuestra.

El momento de la crítica propia y ajena es el comienzo del cambio. Quien no hace nada no será criticado, pero nadie le tendrá en cuenta. Se critica a quien se mueve, y sobre todo, lo hacen quienes no hacen nada positivo, pues ven inconscientemente comparadas sus vidas. También le  critican quienes piensan y actúan de modo contrario, convirtiéndolo en enemigo cuando sólo deben ser adversarios (políticos). También le criticarán, con frecuencia,  quienes piensan igual y tienen los mismos intereses, pero lo hacen por celos o envidia.

El que desea cambios es criticado por quienes no hacen nada (prescindibles) y por quienes hacen algo, lo mismo o lo contrario (imprescindibles). ¿Merece la pena intentar cambiar ciertas estructuras políticas anquilosadas de algunos partidos políticos que pregonan su democracia interna pero que carecen de ella en la práctica? ¿Merece la pena  continuar y apoyar a quienes pretenden acallar las voces de los que quieren mejorar el presente? ¿Merece la pena acompañar a los que consiguen que otros, tan válidos o más que ellos,  se retiren, voluntariamente, a los cuarteles de invierno, o que abandonen definitivamente su esperanza de participar en la acción política?

Empecemos por hacer el cambio en nosotros mismos, como señaló el obispo anglicano, y esperemos a ver los resultados.

24 de julio de 2010

Las gafas: una inesperada confusión

Dicen que hace algunos años,  un atento mozo enamorado viajó desde su localidad , muy próxima a la nuestra a Madrid. Sabiendo que su novia necesitaba unas gafas nuevas y modernas, le surgió la ocasión de comprarle unas muy bonitas y baratas. Entró  en la óptica, y después de ver unas cuantas, se decidió y le compró unas muy llamativas.

La dependienta se las envolvió y pagó la cuenta, pero al marcharse, en lugar de coger la caja con las gafas, cogió otra muy parecida que había al lado y que contenía unas bragas, que seguramente alguna clienta de las que había en la óptica se acababa de comprar.

El joven, absorto en su regalo, no se dio cuenta de la equivocación, así que desde allí se fue directamente a correos y le envió la caja a su novia junto a una carta. La novia recibió el paquete y se quedó perpleja por el contenido, por lo que leyó la carta que decía:

“Querida mía:
Espero que te guste el regalo que te envío, sobre todo por la falta que te hacen, ya que no tienes ningunas, pues las otras que tenías llevabas ya mucho tiempo con ellas y estas son cosas que se tienen que cambiar de vez en cuando.
Espero que haya acertado con el modelo. La dependienta me dijo que eran la última moda y me enseñó las suyas que eran iguales. Entonces yo, para ver si eran ligeras, cogí y me las puse allí mismo. No sabes como se rió la dependienta, porque estos modelos femeninos, en los hombres quedan muy graciosos y más a mí, que ya sabes que tengo unos rasgos muy alargados.
Una muchacha que había allí me las pidió, y se quito las suyas y se las puso para que yo viera el efecto que hacían; Me parecieron estupendas, me decidí y las compré.
Póntelas  en cuanto te lleguen  y enséñaselas a tus padres, a tus hermanos, en fin, a todo el mundo, a ver que dicen. Al principio te sentirás muy rara, acostumbrada a ir con las viejas, y más ahora que has estado tanto tiempo sin llevar ningunas. Si te están muy pequeñas me lo dices, que si no te van a dejar señal cuando te las quites para ir a la calle y todo el mundo va a notar que las tienes. Ten también cuidado que no te estén grandes, no sea que vayas andando y se te caigan. Llévalas con cuidado no vayas a romperlas y sobre todo, no vayas a dejártelas por ahí y las pierdas, que tienes la costumbre de llevarlas en la mano para que todos vean tus encantos.
En fin, para que te voy a encargar nada más; sólo te digo que estoy deseando vértelas puestas. Este es el mejor regalo que podía hacerte, cariño".
Una confusión como la anterior  nos trae una sonrisa. Pero confusiones como otras que nos proporcionan los políticos  crean sonrojo y enfado en quienes ls sufren.


20 de julio de 2010

La crisis financiera.

Llevamos unos años oyendo hablar de “la crisis financiera”, y cada partido político intenta explicarla a su modo, acomodarla a sus intereses y dar sus recetas y recomendaciones para salir de ella. Pero los ciudadanos de a pie no lo entienden tan fácilmente y aparecen las frustraciones y el desencanto.  Me ha llegado un “correo” que merece la pena leer.

“La crisis financiera explicada de manera sencilla”
Heidi es la propietaria de un bar en Berlín, que ha comprado con un préstamo bancario. Como es natural, quiere aumentar las ventas, y decide permitir que sus clientes, la mayoría de los cuales son alcohólicos en paro, beban hoy y paguen otro día. Va anotando en un cuaderno todo lo que consumen cada uno de sus clientes. Esta es una manera como otra cualquiera de concederles préstamos.
 Nota: Pero en realidad, no le entra en caja ningún dinero físico. 

Muy pronto, gracias al boca a boca, el bar de Heidi se empieza a llenar de más clientes. Como sus clientes no tienen que pagar al instante, Heidi decide aumentar los beneficios subiendo el precio de la cerveza y del vino, que son las bebidas que sus clientes consumen en mayor cantidad. El margen de beneficios aumenta vertiginosamente.
Nota: Pero en realidad, es un margen de beneficios virtual, ficticio; la caja sigue estando vacía de ingresos contantes.

Un empleado del banco más cercano, muy emprendedor, y que trabaja de director en la sección de servicio al cliente, se da cuenta de que las deudas de los clientes del bar son activos de alto valor, y decide aumentar la cantidad del préstamo a Heidi. El empleado del banco no ve ninguna razón para preocuparse, ya que el préstamo bancario tiene como base para su devolución las deudas de los clientes del bar.
Nota: ¿Vais pillando la dimensión del castillo de naipes?

En las oficinas del banco los directivos convierten estos activos bancarios en "bebida-bonos", "alco-bonos" y "vomita-bonos" bancarios. Estos bonos pasan a comercializarse y a cambiar de manos en el mercado financiero internacional. Nadie comprende en realidad qué significan los nombres tan raros de esos bonos; tampoco entienden qué garantía tienen estos bonos, ni siquiera si tienen alguna garantía o no. Pero como los precios siguen subiendo constantemente, el valor de los bonos sube también constantemente.
 Nota: El castillo de naipes crece y crece y no para de crecer, pero todo es camelancia; no hay detrás solidez monetaria que lo sustente. Todo son "bonos", es decir, papelitos que "representan" tener valor siempre y cuando el castillo de naipes se sostenga.

Sin embargo, aunque los precios siguen subiendo, un día un asesor de riesgos financieros que trabaja en el mismo banco (asesor al que, por cierto, despiden pronto a causa de su pesimismo) decide que ha llegado el momento de demandar a Heidi el pago de su préstamo bancario; y Heidi, a su vez, exige a sus clientes el pago de las deudas contraídas con el bar. Pero, claro está, los clientes no pueden pagar las deudas.
Nota: ¡¡¡Porque siguen sin tener ni un céntimo!!! Han podido beber cada día en el bar porque "se comprometían" a pagar sus deudas, pero el dinero físico no existe.

Heidi no puede devolver sus préstamos bancarios y entra en bancarrota.
Nota: Y Heidi pierde el bar. 

Los "bebida-bonos" y los "alco-bonos" sufren una caída de un 95% de su valor.. Los "vomito-bonos" van ligeramente mejor, ya que sólo caen un 80%.
Las compañías que proveen al bar de Heidi, que le dieron largos plazos para los pagos y que también adquirieron bonos cuando su precio empezó a subir, se encuentran en una situación inédita. El proveedor de vinos entra en bancarrota, y el proveedor de cerveza tiene que vender el negocio a otra compañía de la competencia.
Nota: Porque los proveedores de vinos y cervezas también le fiaban a Heidi, creyendo que estaban seguros de que cobrarían con creces al cabo del tiempo. Como no han podido cobrar dado que el dinero no existe, la deuda de Heidi se los ha comido a ellos.

El gobierno interviene para salvar al banco, tras conversaciones entre el presidente del gobierno y los líderes de los otros partidos políticos.Para poder financiar el rescate del banco, el gobierno introduce un nuevo impuesto muy elevado que pagarán los abstemios.
Nota: Que es lo que de verdad ha pasado. Con los impuestos de los ciudadanos inocentes, los gobiernos han tapado el agujero financiero creado por la estupidez de los bancos.

14 de julio de 2010

El PdP y los p.p.: El "Principio de Peter" y los partidos políticos (y III)

Redefiniendo “El Principio de Peter”, cambiando el término “empleado” por “político profesional” ya que la política es una empresa de políticos interesados, de elementos políticamente activos, nos quedaría así:

"En una jerarquía, todo “político profesional” tiende  a ascender hasta su nivel de incompetencia".
Y como corolario de su famoso principio,
Peter deduce los dos siguientes:

"a.    Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un “político profesional” que es incompetente para desempeñar sus obligaciones.
b.    El trabajo es realizado por aquellos “políticos profesionales” que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia".

En un partido político, las personas que cumplen bien con su cometido son promocionadas a puestos superiores hasta alcanzar su nivel de incompetencia, por lo que muchos puestos de elevada responsabilidad son ocupados por políticos con insuficiente preparación para el nuevo puesto, lo que conduce a errores irreversibles.

¿Existe algún proceso concreto de selección entre los políticos para la designación de los puestos? En principio, ninguno. Por regla general, los candidatos son extraídos de entre los afiliados o independientes por un comité electoral, que los considera los más idóneos y a ser posible que no superen el nivel del líder, en su escalón correspondiente. Los gobiernos de Zapatero son una muestra clara de que las cualidades de los ministros no deben sobrepasar las del Presidente.

Uno de los grandes problemas de los partidos es el método de selección que aplican, en el que no se tienen en cuenta las características del cargo a desempeñar ni el estudio objetivo de las cualidades del candidato que quieren imponer. Podría ser subsanado por elecciones primarias, en las que los candidatos que lo desearan se postularan para el puesto y fueran los afiliados quienes eligiesen entre ellos y no el comité electoral de turno. Esto no se pondrá en práctica, porque muchos de los puestos que ostentan los ya aposentados durante años,  podrían ser desbancados por los pretendientes, siempre más activos, con mayores ilusiones y más luchadores (más competentes) que buscan el ascenso y desplazar a los que ya han conseguido su nivel de incompetencia. El segundo paso y complementario estaría en la elecciones con listas abiertas, y que los ciudadanos eligiesen entre las personas, pero esto tampoco lo aceptarán las “nomenclaturas” de los partidos por el elevado número de personalidades independientes que podrían filtrarse y de los que no tendrían obediencia  ni disciplina de partido.

Un partido político con poder genera muchos puestos a desempeñar: unos electos, otros de libre designación y otros de funcionarios del partido. ¿Por qué hay siempre problemas para la confección de las listas electorales si se supone que los partidos son democráticos y que buscan a las personas mejor preparadas y que mejor sepan transmitir a la sociedad el mensaje? Las elecciones primarias dentro del partido evitarían amiguismos, enchufismos y servilismos, a la vez que elevarían el nivel de los posibles candidatos aprovechando las sinergias de la participación y el apoyo de las bases, cosa que ahora no existe. Si no cuentan con las bases para la elección de los candidatos, aquellas pueden desentenderse y no apoyar con la fuerza suficiente a los candidatos que les han sido impuestos.

Una señal evidente de que el dirigente ha llegado ya a su nivel de incompetencia es el que se produce cuando se parte desde el poder del Gobierno (municipal, regional o nacional) en unas elecciones y se pierden. En este caso sólo se tiene una alternativa democrática: su dimisión y la de su equipo de responsables, y permitir que otros “más competentes” accedan al puesto. Si no abandona el cargo será  señal de que es un auténtico político profesional sin otro medio de vida que la política,  y al sillón, casi de su propiedad, se aferrará,  impidiendo la regeneración vital del partido.

El “factor antigüedad” de Peter puede solucionarse con la permanencia controlada de los tiempos, impuesta como norma en los partidos, determinando y concretando los años  que se puede estar en cada puesto, evitándose  así las presiones ejercidas de abajo hacia arriba.

El  importante cargo de “coordinador para dotar de competencia a los incompetentes” no existe como tal en los partidos, por lo que se suplanta con el “factor amigo”, o “factor recomendación”, ya que no hay forma de que los nuevos valores puedan darse a conocer al resto de afiliados.

Los otros dos factores “impulso” y “ascenso” tienen en los partidos una gran vigencia. El “impulso” lo ejercen los ya instalados en un puesto y  que aspiran al siguiente de mayor relevancia, amenazando, llegado el caso, con deserciones o fracturas en el partido. De esa forma ejercerá una presión superior a la de quien se está formando para ser más competente, y esperando que le llegue el “ascenso” como una dádiva generosa  de los de arriba. Tal como andan los partidos políticos, con una gran  carencia de de democracia interna, la mejor  solución ante el nudo gordiano que les coarta es cortarlo directamente, no intentar deshacerlo, y demostrar que tienen lo que dicen ser y tener: democracia interna.

8 de julio de 2010

El PdP y los p.p.: El "Principio de Peter" y los partidos políticos (II)

Debemos fijarnos en dos términos antes de aplicar “El Principio de Peter” a los partidos políticos: “competente” y “político profesional”. El DRAE define a la persona “competente” como “apta, idónea”, y al “incompetente” como al carente de esas cualidades. La aproximación a la idea de “político profesional” es bastante más compleja, pero es preciso intentarlo.

Max Weber,  en su obra “El político y el científico (1918)”, hace una clara distinción entre políticos “ocasionales” y políticos “semiprofesionales”. Los primeros (“ocasionales”) lo somos todos nosotros cuando depositamos nuestro voto, aplaudimos o protestamos en una reunión “política”, hacemos un discurso “político” o nos manifestamos de algún modo sobre la realidad. Políticos “semiprofesionales” son hoy, todos esos delegados y directivos de grupos políticos que, por lo general, sólo desempeñan estas actividades en caso de necesidad, sin “vivir” principalmente de ellas y para ellas, ni en lo material ni en lo espiritual.

Max Weber nos muestra tres cualidades decisivas para el político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Pasión en el sentido de entrega apasionada a una “causa”; responsabilidad para que esa causa oriente la acción política, y en esa responsabilidad entrará la mesura que hará alejarse de los extremismos.

La política puede ser “honoraria”, y entonces estará regida por personas “independientes”, es decir, "ricas (no necesariamente acaudaladas) o que no necesiten de ella para vivir"(tiene su profesión y trabajo diferente de la política); pero si a  la dirección política acceden personas carentes de patrimonio y recursos, éstas resultarán ser  un puro "prebendado" o un “funcionario” a sueldo del partido.

¿Y cuál será la figura típica del "político profesional"? La política es una empresa de políticos interesados, de elementos políticamente activos. ¿Qué entendemos por “profesional”?  En ciertos oficios o profesiones lo tenemos claro: sabemos qué es un médico, o un abogado, o un fontanero. Denominamos profesional al que se  ha dedicado parte de su vida a preparase en un campo determinado y que demuestra poseer conocimientos suficientes en esa especialidad. Todo ello ofrece calidad al usuario del servio demandado y no permite el intrusismo en su profesión de alguien ajeno a ella.

¿Puede aplicarse este concepto de “profesional” al político? No sería muy acertado,  ya que no existen unos estudios determinados y ajustados que lo formen, y el ejercicio de esa profesión política tampoco nos garantiza calidad en la función. Más bien, los ciudadanos lo consideran algo desprestigiado por los resultados nefastos de muchas de sus acciones. Del intrusismo, mejor no hablar,  pues todos los somos en mucho o en parte. El hombre es animal político por naturaleza:

"Según esto es, pues, evidente, que la ciudad-estado es una cosa natural y que el hombre es por naturaleza un animal político o social; [....] Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gregario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensaciones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado." Aristóteles, Política.:

Después de haber mencionado a los políticos “ocasionales” y  a los “semiprofesionales”, ¿Podremos hablar de los “aficionados”? Si nos refiriéramos a los  “aficionados a la política”, habríamos de incluir en este apartado a un gran número de ciudadanos que compatibilizan su quehacer diario con cierta actividad política que viven y sienten, y de la que nos cobran remuneración ninguna. Entre ellos los hay con mucha preparación y experiencia que ponen al servicio de sus compañeros de partido.


Para Weber hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive para la política o se vive de la política. El político por vocación está al servicio de unos ideales concretos, mientras que el político profesional  hace de esta noble actividad un oficio que mejore notablemente su status social  gracias al dinero y al poder. En la política conseguirán lo que en la actividad civil de su oficio o profesión les estaría vedado a bastantes de ellos.

Muchos de estos políticos profesionales se eternizan en los cargos públicos, pasando de un puesto a otro, de un ministerio a otro, del Senado al Congreso, de la alcaldía al Senado, o a tantos puestos como combinaciones matemáticas existen. El político profesional sabe de todo y de nada, es versátil y flexible, y si su ineptitud genera un desastre, el partido lo sacará de él, pues para eso está la solidaridad del compañero. El desprecio popular al profesional político no hará que se  cambie y modifique el sistema. La corrupción de algunos políticos a duras penas provoca regeneración, según demuestra la experiencia.

Y así hemos llegado a este grupo final de los “políticos profesionales” que ejercen la política  de forma remunerada, porque ostentan un cargo, bien dentro del partido  o  de representación ciudadana. Son los políticos que viven de la política, e incluso algunos de ella se sirven, y de ella obtienen sus ingresos principales. Dado que el partido político es una empresa política de interesados, de elementos políticamente activos, con los “políticos profesionales” como agentes principales, a ellos aplicaremos “El Principio de Peter” en el próximo capítulo, y  a ver lo que resulta.

1 de julio de 2010

El PdP y los p.p.: El "Principio de Peter" y los partidos políticos

En los años setenta constituyó un rotundo éxito un librito pequeño de tamaño y grande por su contenido, titulado “El Principio de Peter” (The Peter Principle, de 1969). Los ejecutivos disfrutaron de  su ironía y fino humor, y fue un factor influyente en infinidad de decisiones empresariales. Los partidos políticos del arco parlamentario español se parecen mucho  una empresa jerarquizada, tanto en su estructura piramidal como en sus fines, beneficios en la una y votos convertidos en poder en los otros.

Laurence J. Peter enunciaba así su principio: "En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia. " 
 
Y como corolario de su famoso principio, Peter deduce los dos siguientes:

"a.    Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones.

 b.    El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia".

En  una empresa, las personas que cumplen bien con su trabajo  son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad repetidas veces  hasta alcanzar su propio nivel de incompetencia. Consecuentemente, muchos puestos de elevada responsabilidad son ocupados por profesionales de insuficiente preparación  para su cometido, lo que conduce a importantes e irreversibles errores.

La clave está en el proceso de selección  de las personas para los puestos a cubrir, que no tiene por qué ser extracción de la propia organización. El que un empleado cumpla bien con su cometido no implica que cumpla igualmente bien  con el nuevo cargo asignado. Deben definirse  las funciones del puesto a cubrir y,  las aptitudes y actitudes del candidato. 

 En una empresa donde la cadena “de mando” es larga,  con numerosos escalones, y donde hay una única “cumbre o muchas únicas cumbres”  que alcanzar, este principio hará estragos. Es lo que ocurre en los partidos políticos: hay muchos puestos en muchos sitios y muchos pretendientes.
 
Don José Ortega y Gasset fue el primero en exponer un aforismo semejante, pero en 1910:"Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes".
 
El principio de Peter  fue la conclusión de muchas experiencias distintas y explica también la acumulación de personas en organizaciones: se incrementa el personal para tapar la incompetencia de los que mandan y trata de mejorara la eficacia con nuevas incorporaciones, ascensos, hasta que estos también llegan a su nivel de incompetencia.

Para comprender y explicar el proceso de la llegada los nuevos valores a los niveles de responsabilidad, Peter estudió el “factor antigüedad” como la presión ejercida hacia abajo y opuesta al movimiento ejercido hacia arriba de los empleados competentes que intentan ascender. Las jubilaciones y prejubilaciones solucionan teóricamente el problema de las empresas: aquellos “J.A.S.P” del anuncio era el mensaje (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) del relevo, aunque también se llevó por delante auténticos profesionales, preparados y competentes.

En la “cadena de mando” hay un puesto distinguido e importante a quien Peter denomina el empleado “coordinador”, cuya misión es dotar de competencia a los incompetentes, mediante la planificación y el estudio de puestos y personas, para que lleguen a los cargos de responsabilidad los competentes que hagan el relevo de los ya en ese momento incompetentes. De lo contrario se volverá a confirmar una vez más el Teorema de Peter: "incompetente más incompetente es igual a incompetencia".
 
Suele darse con frecuencia la circunstancia en la que algunas fuerzas no pretendidas resten eficacia a la organización y que sea preciso controlarlas. El Dr. Peter las estudió y estableció la relación existente entre el “impulso” y el “ascenso”. 
 
El “impulso” resulta ser la relación de un empleado con otra persona situada por encima de él en la jerarquía organizativa o pirámide del poder. El “impulso” es más fuerte que la presión ejercida por un empleado que intenta ser más competente y así ascender por su interés, por sus estudios y por su formación (“ascenso”). Suben antes y con mayor velocidad los que son capaces de ejercer “impulso” sin preocuparles su nivel de perfeccionamiento para ser competentes. Y como la competencia no se logra ni fácil ni rápidamente sin esfuerzo y sin trabajo, tenemos en los escalones superiores un mayor número de dirigentes provenientes del “impulso” que del “ascenso”. 
¿Podemos aplicar el “Principio de Peter” a  los partidos políticos
Seguirá.