El resultado de las elecciones autonómicas del pasado 25 de marzo en Andalucía ha sido el siguiente:
PP: 50 diputados.
PSOE: 47 diputados.
IULV-CA: 12 diputados.
Cuando un partido obtiene una mayoría absoluta, no existe el problema de gobernabilidad que se presenta si nadie la posee, aunque haya ganado las elecciones. La norma en una democracia madura debería ser que gobierne el ganador, pues responde al sentir de la mayoría.
En España se pueden legalmente establecer alianzas postelectorales entre perdedores que resultan ser al final los auténticos ganadores, ya que serán los gobernantes. Un ejemplo tan extraño como real ocurrió en Cantabria: el PRC, siendo la tercera fuerza política, llegó al poder ejecutivo regional apoyada por la segunda (PSOE) para cerrar el paso a la primera (PP), a quien faltaba un solo escaño para la mayoría absoluta.
De cumplirse la lógica democrática, en Andalucía gobernaría el PP (50 d.) frente a la suma PSOE-IU (59), sin embargo, es muy probable que lo haga el PSOE (segunda fuerza) con ayuda de IU (la tercera). A punto ha estado en Asturias de ocurrir algo semejante. Podría haber gobernado el FAC (segunda) con ayuda del PP (tercera) si se hubieran mantenido los resultados del domingo pasado (PSOE: 16 d.///FAC: 13 d.///PP: 10 d.///IU: 5 d.///UPyD: 1 d.), pero 290 papeletas de residentes en el extranjero para el PSOE contra 44 de FAC han otorgado un diputado más al PSOE (17) en detrimento de FAC (12). De esta forma tiene sentido el titular de hoy: el partido que gana las elecciones pierde el gobierno, y la tercera fuerza determina que gobierne la segunda por no haber una segunda vuelta electoral.
Con el actual sistema, por muy legal que sea, ¿Gobiernan siempre quienes desean los ciudadanos que lo hagan, si se impone el criterio de una minoría? Para coser este roto democrático se apela a la suma de iguales, semejantes, izquierdas, derechas, progresistas, conservadores y todos los adjetivos que deseen añadirse, pero lo cierto es que se impone el deseo de una minoría sobre una mayoría.
Si tan próximas eran esas fuerzas que se unen tras las elecciones, ¿por qué no acudieron coaligados bajo unas mismas siglas y un programa conjunto, conocido por los votantes antes de depositar el sufragio, sin esperar a posteriores cambalaches?
La ventaja moral de una segunda vuelta entre las dos primeras fuerzas políticas es que la decisión está en manos de los ciudadanos votantes y no en la dirección de los partidos. Si tanta sintonía existiera entre "fuerzas semejantes", no debería haber ningún problema para esa segunda vuelta, ya que los ciudadanos confirmarían el deseo de las cúpulas de los partidos. Pero ¿qué pueden hacer los votantes si su elección no coincide con la decisión de las direcciones de los partidos? Nada.
Podría achacarse a este sistema de segunda vuelta un defecto, consistente en apoyar un bipartidismo cuasi perfecto, pero no necesariamente... Podrían convivir fuerzas mayoritarias y minoritarias, gobierno y oposición si el sistema fuese dual (el alemán, por ejemplo), proporcional para grandes circunscripciones (provincia, autonomía...) y un 50% de los escaños y personal al candidato en los pequeñas circunscripciones con el resto de la cámara de representantes.
Existe, no obstante una diferencia notable entre Andalucía y Asturias. En la primera hay tres partidos muy diferentes entre sí, con un vínculo entre los que han perdido, y es su rechazo al PP. Creen en el PSOE que sus votantes y los de la variopinta coalición de IU son de la misma familia ideológica: progresistas, de izquierdas, y contrarios al PP, pero una cosa es unirse en la oposición contra sus proyectos y otra muy distinta la construcción de otros nuevos desde un gobierno. No resulta tarea fácil salvar o tapar casos excepcionales de corrupción, aplicar medidas de austeridad y favorecer el empleo en la ocupación de un trabajo verdadero y no artificial, creado desde el poder. Eso ya lo intentó la URSS y no funcionó, y Corea del Norte no es precisamente el ejemplo a seguir. Pero todo es cuestión de experimentar con las posibilidades propias de cada región para ver lo que sale.