Es probable que una parte del artículo de hoy no suponga ninguna novedad, ya que el relato principal corresponde a un correo que me envió hace tiempo una lectora del blog, aunque su contenido sigue vigente. Se trata de una “carta de una profesora de Instituto”, de nombre Mercedes Bernad, y aunque en sí parece un tema eminentemente lingüístico, ofrece algunos perfiles ideológicos que conviene matizar, ya que estamos en una inmersión de pensamiento dirigida por un pretendido lenguaje “no sexista”. En el texto se ve claramente la intencionalidad de la autora, como podremos comprobar:
“CONTRA LA TONTUNA LINGÜÍSTICA, UN POCO DE GRAMÁTICA BIEN EXPLICADA.
Yo no soy víctima de la LOGSE. Tengo 50 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. En párvulos (así se llamaba entonces lo que hoy es "educación infantil", mire usted) empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña". Luego, cuando eras un poco más mayor, llegaba "El Parvulito", un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Parvulito, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.
En Primaria estudiábamos Lengua Española, Matemáticas (las llamábamos "tracas" o "matracas") Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Plástica (dibujo y trabajos manuales), Religión y Educación Física. En 6º de Primaria, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de "b en vez de v" o cinco faltas de acentos, te suspendían.
En Bachiller, estudié Historia de España, Latín, Literatura y Filosofía. Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí las "Coplas a la Muerte de su Padre" de Jorge Manrique, a Garcilaso, a Góngora, a Lope de Vega o a Espronceda...
Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura. Y... vamos con la Gramática.
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”.
Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
No me gustan las cadenas de correos electrónicos (suelo eliminarlas) pero, por una vez, os propongo que paséis el mensaje a vuestros amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!
SI ESTE ASUNTO NO TE "DA IGUAL", PÁSALO POR AHÍ, A VER SI LE TERMINA LLEGANDO A LA MINISTRA DE "IGUAL-DA".
Mercedes Bernad
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Empezaremos analizando la parte gramatical. De acuerdo con la definición de
«participio activo» que da la autora, si queremos nombrar a la persona que puede ejercer la acción verbal, añadiremos el sufijo
"-ente", por lo que a la persona que
preside se le dice presidente (nunca presidenta), sin tener en cuenta el sexo. En esto se basa la crítica que se hace a muchos políticos y periodistas (¿progresistas?) que por motivación ideológica utilizan mal nuestro común lenguaje. Creen que nuestra
lengua es machista y pretenden cambiarla sin más. Si en unas elecciones elegimos a un varón se convierte en un
cargo público, y
si es mujer, ¿se convierte en una carga pública? Parece injusto y discriminatorio.
¿Y si los cargos y cargas electos y electas fueran socialistos y socialistas? Seguro que no sería del agrado de algunos que propugnan este tipo de lenguaje no sexista.
Sabemos también que en muchos verbos no se usan estos participios en
ante o ente, sino añadiendo los sufijos
ador, edor o idor. No se dice
luchante sino luchador, y decimos
perdedor y nunca perdiente…¿Valdría el siguiente
ejemplo para aborrecer un mal uso del español por ciertos miembros y "miembras"?
: “La pacienta era una estudianta adolescenta sufrienta, representanta e integranta independienta de las cantantas y también atacanta, y la velaron en la capilla ardienta existenta.”
Pero, … en el
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE), podemos observar:
presidenta
1. f. Mujer que preside.
2. f. presidente (‖ cabeza de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc.).
3. f. presidente (‖ jefa del Estado).
4. f. coloq. Mujer del presidente.
Por lo que si los miembros (y no las "miembras") de la Real Academia lo admiten, no debería haber demasiada polémica respecto de este término, aunque pueda haberlo sobre otros.
En el Diccionario panhispánico de dudas, el término “presidenta” nos conduce a “presidente” y en cuanto al género puede funcionar como el/la presidente, “pero el uso mayoritario ha consolidado el femenino específico “presidenta”.
Habrá quienes se hayan alegrado de este nuevo uso, ya admitido. ¿Qué decir de otros que hablan con la doble forma de niños y niñas, ciudadanos y ciudadanas, y así un largo etcétera?¿Están esperando un futuro prometedor para su ideología?. Los hay incluso más modernos y "progres", con cierta dosis de estupidez, que utilizan el símbolo @ en la misma palabra (niñ@, ciudadan@) para denominar los géneros, lo que merecería otro tipo de comentario.
Resulta una obviedad afirmar que la lengua es algo vivo y cambiante, hecho por personas que se comunican, que aparecen nuevos términos y otros desaparecen, que unos evolucionan y otros se convierten en excepciones de una regla. Así, del verbo depender, obtendremos dependiente y dependienta; de asistir, asistente y asistenta, y de presidir, presidente y presidenta. No sé si en el futuro serán admitidas todas las sugerencias o sólo aquellas que no discriminen ni infravaloren a la mujer, pero nunca debería hacerse por libre, por muy miembro o miembra que se haya sido de un gobierno o que pueda llegar a ser. El camino será el del común acuerdo y no el de las meras ocurrencias para introducir un feminismo "progre" de la política en el lenguaje.
Es un dato importante el que la carta vaya firmada (o atribuida) a una mujer, porque de lo contrario el trato de machista sería el adjetivo más suave. El machismo y la discriminación de la mujer no se solucionan con un mero cambio idiomático, sino con el reconocimiento total de los valores y capacitación de cada persona, independientemente que sea hombre o mujer.