Como introducción al contenido de la asignatura, es preciso recordar lo que establecía la LOCE (LEY ORGÁNICA DE CALIDAD DE LA EDUCACIÓN, 10/2002, de 23 de diciembre) al respecto:
Disposición adicional segunda. Del área o asignatura de Sociedad, Cultura y Religión.
"1.…Comprenderá dos opciones de desarrollo: Una, de carácter confesional, acorde con la confesión por la que opten los padres o, en su caso, los alumnos, entre aquéllas respecto de cuya enseñanza el Estado tenga suscritos acuerdos; otra, de carácter no confesional. Ambas opciones serán de oferta obligatoria por los centros, debiendo elegir los alumnos una de ellas…"
Hoy perdura la controversia entre los adeptos a convertirla en una catequesis y aquellos que desean que el contenido verse sobre conocimientos del hecho religioso. Desde el periódico “El País”
- Creen que “una importante fracción de los católicos practicantes (además de una clara mayoría de los católicos más tibios) no acaba de tener claro que convertir el mensaje evangélico en asignatura escolar sea el mejor modo de dignificarlo y de contribuir a su pervivencia y vigencia. Nuestra sociedad sigue carente de una reflexión serena y sinceramente compartida por no creyentes y creyentes (y de todas las religiones) sobre el modo de integrar el conocimiento y comprensión del hecho religioso en la enseñanza escolar. Debería estar ya fuera de discusión que, en una democracia pluralista, la religión no puede ser objeto en las aulas ni de descalificaciones fáciles o ligeras ni de adoctrinamientos o proselitismos (cuyo éxito pueda ser, además, académicamente puntuable)”
- Establecen que “La Iglesia quiere frenar así el declive de su influencia en una sociedad plural y cada vez más secularizada” y contraponen la eliminación de “Educación para la Ciudadanía” a una materia sobre “valores” de perfiles no definidos”.
- Y piensan que la ley Wert intenta revertir el actual proceso de secularización, tendencia de la sociedad actual, dando por hecho que “Una asignatura no hace que la gente se convierta más, ni aunque fuera obligatoria” (Contreras Mazario).
Cayo Lara ha insistido en que "llevar la fe a las escuelas nos retrotrae a la época del nacional-catolicismo” y su sindicato CCOO denuncia que «La religión no debería estar incluida en el horario lectivo obligatorio. Es una asignatura que está condicionando el horario del resto del alumnado», ¿De verdad que todo el problema se reduce a una cuestión de horarios?
¿Quieren transmitir a la sociedad que el objetivo de esta nueva Ley es tratar la asignatura de Religión como una mera catequesis? ¿Y si no fuera así? ¿Acaso puede hurtarse el conocimiento de los valores éticos y morales a los alumnos que opten por la asignatura de la Religión? ¿Y privar a los demás de una formación ética cuando son los valores las herramientas fundamentales con las que el hombre interactúa en sociedad?
Un sector importante del profesorado de esta asignatura no quiere que sea pura catequesis y defienden "una formación religiosa intercultural y aconfesional, razón para ser evaluable" Y sin embargo, la CEE defiende que la asignatura no se reduzca a un tratado de ciencias religiosas y conserve "su auténtica dimensión evangelizadora de transmisión y testimonio de fe". Hay que tener en cuenta que es la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis la encargada tanto de la formación de los profesores como de la elaboración de los libros de texto.
Tras el contenido de la asignatura, el debate se dirige también hacia el tipo de profesorado que debe impartirla y su nombramiento o designación. En este punto también se muestra beligerante “El País”, aunque razones no le faltan: “En todo caso, y si finalmente la religión se introduce como asignatura en los términos que establece el proyecto de la LOMCE, la ciudadanía se muestra partidaria, de forma clara, de que los profesores que deban impartirla sean designados por el Estado, no por la Iglesia (y es de resaltar que, en esta cuestión, se presenten divididas las opiniones de los propios católicos practicantes)”.
Para enseñar religión católica en los colegios los profesores han de cumplir con los requisitos académicos, tener las declaraciones de Competencia e Idoneidad (los otorgan la Conferencia Episcopal Española (CEE) y los ordinarios u obispos diocesanos) y ser propuestos por el ordinario. El acceso laboral a esta asignatura es especial: carece de un sistema objetivo de selección, los nombra el Obispo y les paga el Estado (o CCAA), lo que les hace un tanto marginales en el sistema educativo. ¿Qué prima más en su nombramiento, la preparación, la obediencia, el enchufe o la práctica de la vida religiosa?
Se consideran a sí mismos como "profesores igual que los demás en el desarrollo común de las clases, pero con una supervisión sobre su idoneidad y su mantenimiento y la confesionalidad de la asignatura es como una cuña mal asentada en el sistema que les afecta aunque sean miembros del claustro". Muchos de estos profesores pretenden ser funcionarios, pero jamás podrán serlo con los actuales planteamientos. En el plano laboral, actualmente, se rigen por el Estatuto de los Trabajadores.
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