No sabemos si serán finalmente declaradas nulas de pleno derecho todas las subvenciones que durante casi diez años ha concedido el Gobierno andaluz, con unos efectos imposibles de justificar y unas consecuencias de final impredecible. Tampoco sabemos si fueron destinados 1.200 ó 1.500 millones de euros a los EREs (la magnitud es en sí misma extraordinaria), aunque la Intervención General del Estado estima que la Junta de Andalucía destinó más de 850 millones de euros al llamado “fondo de reptiles” y que se crearon artificios financieros ficticios para manejar los dineros públicos, sin que faltaran formas arbitrarias para realizarlo. Junto a empresas en crisis que recibían ayudas correctas, otras se escapaban del fin propuesto.
El siguiente párrafo del artículo citado no tiene desperdicio y aclara bastante lo sucedido:
“La Intervención General del Estado ha encontrado, incluso, subvenciones a “personas físicas, que en su día fueron afectadas por un ERE, a las cuales se otorgaron las ayudas cuando la relación laboral ya había sido extinguida y no fueron objeto de negociación con la empresa. Su concesión se realizó años después de que la compañía hubiera cerrado o en el momento inmediato posterior al cierre de la empresa. En definitiva, un sistema para conceder ayudas a discreción sin más criterio que el interés político del momento”.
Como ejemplo de despilfarro y despropósito legal y administrativo, podemos leer, unas líneas más abajo, un dato sobre el Informe de la Intervención General del Estado que causa indignación hasta en las voluntades más benévolas con el mayor escándalo de corrupción en España:
“El abono a una de las aseguradoras de 2.999.999 euros en lugar de 299.999. Sencillamente, la factura que emitió la Junta de Andalucía llevaba tres cifras de más sin que nadie lo apreciase, ni siquiera la Tesorería y eso que eran casi tres millones de euros de más. Y lo que es peor, dice la Intervención General que cuando en la Junta de Andalucía se dieron cuenta del error, le exigieron a la aseguradora que devolviera el dinero y esta, sencillamente, se negó”.
No se entiende bien que se llegara a pagar una factura de 299.999,99 € sin que llamara la atención la cantidad de nueves, incluidos los decimales (a un solo céntimo de una cifra redonda: 300.000 €) y se soltaran (¿Con cuántas firmas?) 2.999.999,99 € (un céntimo menos de 3.000.000 €). ¿Pero es posible que nadie se diera cuenta del fallo, y que tampoco saltaran las alarmas de sistema informático de contabilidad?
Y aún menos entenderemos que aquellos que lo cobraron indebidamente tampoco se percataran de las cantidades recibidas y se negaran posteriormente a devolver lo cobrado indebidamente. ¡Qué pena que al humorista Wyoming de la Sexta no le cocinen sus guionistas tan rocambolesca noticia! ¡Seguro que de haber sido de los otros habrían tenido carnaza para tres meses! La pena es que al final, los españolitos de a pie siempre pagamos los platos rotos “de los hunos y de los hotros”.