No hace muchos años se decía que nuestras iglesias católicas estaban llenas de “luteranas y calvinistas”, fiel reflejo de la edad de los fieles asistentes. Hoy día ni siquiera puede decirse que estén llenos los templos…
Los tiempos y las costumbres han cambiado, y la escala de valores también. Quien recuerde las vivencias, un tanto obligadas, de la Semana Santa de hace cuarenta años y las compare con las de hoy comprobará que las vacaciones de nieve y playa, antes impensables, se han impuesto a las celebraciones litúrgicas. No obstante, los desfiles procesionales no sólo no se han perdido, sino que incluso gozan de mayor reconocimiento, brillo y esplendor que antes. No sabemos con certeza si ello es fruto de la fe y la conmemoración de la Pasión y Muerte de Jesucristo o del turismo. De todas formas, ninguna de esas manifestaciones es despreciable y todas ellas contribuyen al conocimiento del hecho religioso, que no pasa por sus mejores momentos.
A finales de 2012, la Conferencia Episcopal Española hizo pública la constatación de unos datos objetivos que indicaban la situación de la Iglesia en España, y más concretamente de su juventud, cada vez más alejada de la institución y ajena a su discurso.
De las declaraciones del obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, responsable de la Pastoral de Juventud, podemos destacar las siguientes consideraciones:
- "España es país de misión, especialmente entre la juventud…ya que no sólo no van a misa ni reciben los sacramentos, sino que hasta desconocen los rudimentos de la fe. Tanto es así que más de la mitad de los jóvenes españoles no sabe quién es Jesucristo. A pesar de ser España un país de gran tradición católica, Jesús es un gran desconocido para la mayoría de los jóvenes españoles… para más del 50% de la juventud española.
- El panorama religioso español no es romántico ni idílico, porque hay un alejamiento importante de las jóvenes generaciones españolas de la Iglesia.
- La cruda realidad es la falta de fe en nuestro país. Una realidad que genera sufrimiento, hambre, apertura y búsqueda de trascendencia.
- Emergencia educativa y afectiva… la crisis espiritual actual se basa en el relativismo intelectual, es decir en el bajo nivel académico y en el fracaso escolar, asi como en las carencias o las heridas afectivas que arrastran los más jóvenes, derivadas, sobre todo, del fracaso familiar y afectivo. Dos crisis, la escolar y la afectiva, que se retroalimentan y que no se sabe quién es la madre y quién es la hija.
- Estos jóvenes "heridos" no quieren saber nada de Dios ni de la fe ni de los sacramentos. Tanto que algunos, como el de la confirmación, se encuentra en una crisis muy notable.
- Las causas de este alejamiento masivo de la juventud de la Iglesia católica radican en la galopante ignorancia religiosa de la gente joven. Más que rechazo del mensaje cristiano, lo que hay es un desconocimiento del mismo. Sobre todo, entre los que no han tenido contacto con la Iglesia católica.
- Es imposible conocer a Cristo y no amarlo. Y es imposible conocer a la Iglesia por dentro y no amarla, porque es la familia de Jesús. Para ganar a los jóvenes se debe pasar de las caricaturas y de los estereotipos a la experiencia personal. Experiencia personal de fe en Cristo y en su Iglesia”.
- La Iglesia también tiene parte de culpa en la estampida de los jóvenes: no es correcto atribuir sólo esta crisis de fe a la cultura materialista actual… la propia secularización interna es causa de la falta de fe juvenil. Nosotros también tenemos que convertirnos, porque también nos arrastran los criterios del mundo. Si tuviésemos obispos y sacerdotes y fieles más santos, la evangelización podría ser más eficaz.
- Respecto al lenguaje que utiliza la Iglesia para conectar con los jóvenes: tiene que crecer en capacidad de llegar y de comunicarse con los jóvenes".
Todo lo anterior podría resumirse en dos cuestiones: falta de fe y desconocimiento de Jesucristo. De la enseñanza del hecho religioso y de la religión, asunto candente en los nuevos programas educativos, hablaremos en la próxima entrada. Al fin y al cabo es algo objetivo y opinable.
Pero tratar el tema de la fe y de los creyentes resulta mucho más complicado. Siempre se nos ha dicho que la fe es un don que Dios otorga a los hombres. Y sabemos también que no todos la tienen. Si aquellos que la tienen deben procurar conservarla, ¿Qué pueden hacer los que no la tienen para conseguirla? Si es imposible amar lo que no se conoce, ¿Puede llegarse a la fe por el conocimiento? ¿Se puede orar si no se cree? ¿Y se puede creer si no se ora?
Desde la escuela no puede imponerse la creencia en Dios y el conocimiento del hecho religioso no lleva necesariamente a la fe, como los estudiosos de la obra de Friedrich Nietzsche no están predeterminandos al nihilismo. Sin embargo, no está de más plantearse de vez en cuando, y esta época de Semana Santa es propicia, cuestiones religiosas como lo hacía Søren Kierkegaard desde su filosofía existencialista y dejar al lector la tarea de pensar sobre las emociones y sentimientos que siente el hombre cuando se enfrenta a las opciones que la vida le presenta y descubrir su significado y su finalidad.
Llegados a este punto, aún es posible que nos hagan reflexionar las palabras del Evangelio de Lucas 18,1-8: “¿Crees que cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe en la tierra?”
Es muy cierto que cada vez quedan menos creyentes y la gentge es cada vez menos religiosa, pero que significa la ultima frase, porque si me da por pensar
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