Cuenta Luis Carandell en su libro “Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton” uno de los episodios que mejor reflejan la realidad del enchufismo en España desde antiguo. En el capítulo “Escrúpulos” narra lo siguiente:
“Un cortesano le pedía a Fernando VII que le diera un empleo digno de su categoría. El rey prometió procurárselo y al día siguiente le llamó para decirle:- Voy a hacerte canónigo de la catedral de Murcia.El cortesano, contrariado, le dijo:- Pero Majestad, eso es imposible. Soy casado y tengo ocho hijos.El rey le contestó.- ¡Bah! Si te andas con estos escrúpulos, nunca encontrarás empleo.”
Como vemos, el enchufismo busca en los aledaños del poder, y cuanto más arriba mejor, “un empleo digno de acuerdo con la categoría del solicitante” más que un puesto de trabajo para ganarse la vida dignamente, y así vivir del cuento, guardando las apariencias. Ni siquiera se tenía en cuenta la capacitación profesional del buscador del chollo: lo importante era un buen sueldo a cambio de nada.
Parece que al rey no le importaban demasiado ni las funciones del empleo ni las dignidades eclesiásticas. Incluso podría haberle otorgado la misma dignidad qeu en otro tiempo ostentó el Duque de Lerma, paradigma de corrupción política, nombrándole Cardenal de la Corte, y no hubiera encontrado oposición.
Las objeciones estaban más en la cuestión social del qué dirían sus conocidos y allegados que en la idoneidad para la canonjía propuesta. De haberle nombrado “Asesor de Ministro, de Gobernador o de Alcalde” o Diputado en Cortes no habría puesto reparos ni manifestado escrúpulos, porque para esos cargos vale cualquiera… que tenga padrino.
Enchufismo en España siempre ha existido y, por desgracia, siempre lo habrá. Cuando se da en la esfera particular, en la empresa privada, allá cada cual con sus riesgos y sus ganancias. Pero cuando surge en la Administración Pública, adquiere unos matices que le hacen apetecible a quienes lo disfrutan y repudiable a quienes lo observan en una sociedad que se proclama moderna, igualitaria y democrática. Tambien lo conocemos como nepotismo, nefasto sistema por el que se otorgan empleos a familiares y amiguetes, sin importar los méritos que les adornan y primando la sumisión y la alianza en intereses comunes.
Si entonces era el rey quien otorgaba privilegios, prebendas y enchufes, hoy son los partidos políticos los que crean empleos del buen vivir para ellos y para su red clientelar de amiguetes que los sostiene, aunque carezcan de capacitación contrastada y el puesto sea innecesario y prescindible.
Sobran políticos profesionales y faltan políticos íntegros con afán de servicio, hombres con visión de Estado que han sido sustituidos por vividores y trepadores del sistema, fruto del enchufismo. Merece la pena recordar esta reflexión del profesor Manuel Sanchís i Marco:
“¿Dónde están los cuadros que dieron consistencia interna al proyecto político que tenían en mente para España Adolfo Suárez o Felipe González? Algunos, los mejores, volvieron a sus quehaceres profesionales, a sus despachos de abogado, a sus cátedras, a sus estudios de arquitectura, etcétera. En el interregno, la nomenclatura de los partidos ha ido ascendiendo por capilaridad y ha ocupado los puestos clave de su estructura de poder. Allí se ha instalado una feliz aurea mediocritas: el mejor caldo de cultivo para el chalaneo y la corrupción de las élites. Esta perversión de la política ha llevado a considerarla como un medio para ganarse la vida, en lugar de entenderla como un servicio público que se debe ejercer de manera transitoria. La situación es vieja, Max Weber, en su conferencia de 1919 La política como vocación, nos alertó de que la empresa política quedaba en manos de “profesionales” a tiempo completo que se mantenían “fuera” del Parlamento, y que unas veces eran “empresarios”, y otras, funcionarios a sueldo fijo (El político y el filósofo, Alianza, 2010, p. 129)”.
La mediocridad se ha instalado en las burocracias de los partidos siguiendo el antiguo lema “Sic fuit, est et erit: similis similem sibi quaerit.” (Así fue, es y será: el semejante busca a su semejante). Echemos mano de la experiencia y comprobemos que los mediocres de la política no se rodean de gente más preparada que ellos por miedo a perder la posición conseguida, sino con otros aún mayores que ellos que les permita camuflarse mejor en el el anodino paisaje reinante, yermo en ideas e ideales, y fértil en oscuros intereses.
No resulta aventurado afirmar que la mayoría de políticos ocupan su cargo más por designio digital, después de haber crecido y haberse desarrollado gracias a las ubres generosas del partido, que por su preparación técnica. Estos personajes, faltos de perfil profesional e ideario y sobrados en aspiraciones de ascensos progresivos, una vez situados en sus comités selectivos, han hecho que los partidos políticos estén quebrados económicamente. Se han gastado más en sobresueldos y en superfluas campañas electorales que lo recaudado por ingresos oficiales y cuotas de afiliados. Han despreciado esas aportaciones de los militantes por insuficientes para cubrir sus necesidades y han buscado los favores de comisionistas y chantajistas de turbios intereses. Y se han negado a rendir cuentas, evitando la transparencia de sus actuaciones.
Si a la mediocridad imperante unimos la cooptación de cuadros y la corrupción encubierta y tolerada tendremos la bomba perfecta, con el temporizador ya activado, que destrozará irremediablemente el “mecano sin corazón” que fabricaron para sí los de “la casta”, con la idea de perpetuarse en los tiempos y que hoy se muestra con fecha de caducidad.
En la entrada siguiente veremos algunos ejemplos de la vida real que reflejan fielmente el sentido nada exagerado de los comentarios de hoy.
Buen trabajo por tratara la corrucpión del enchufismo tan extendido entre los españoles de todos los tiempos que piensan en el padrino para vivir con un buen puesto
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