El día 4 de abril del año pasado publiqué la entrada titulada “Nuestro sistema electoral necesita una “segunda vuelta” ya que estábamos “condenados a la repetición de elecciones generales”, como había pronosticado nuestro colaborador José -Tomás Cruz Varela. Los resultados del 20-D y el escaso interés de los políticos responsables por llegar a un acuerdo estable de legislatura lo avalaban. El 26 de junio siguiente hubo nueva vuelta a las urnas, batiendo el récord de tener dos elecciones generales en seis meses.
En el artículo de referencia, germen de esta segunda parte, señalaba que “Unas nuevas elecciones tampoco solucionaban nada con nuestro sistema electoral si los votantes no cambiaban su voto, y ese cambio otorgaba una nueva mayoría. Si con los datos resultantes no llegaron a ningún acuerdo efectivo, ¿quién puede garantizar que lo consigan con un siguiente resultado semejante? ¿Y por qué no aplicar al mundo de la política de la sociedad la política que rige en el mundo del fútbol, cambiando de entrenador en lugar del equipo cuando los resultados no son buenos? Los políticos quieren que cambiemos el voto sin preguntarnos si lo que de verdad queremos es disfrutar de un sistema electoral que estabilice la democracia y no nos entregue de nuevo y otra vez más a la misma situación que tenemos. Pero no lo harán porque acabaría con muchos de sus privilegios.”
También traía el recuerdo de la situación chilena de la época de Allende comentada por Francois Revel y su comparativa con la actual crisis política española de una forma premeditada, cuyas consecuencias siguen en vigor y sin que hasta el momento se hayan dado cuenta los líderes socialistas, y especialmente Pedro Sánchez y su selecto y escuálido equipo pensante que "El principal obstáculo para el socialismo no es el capitalismo, sino el comunismo” como apuntaba Revel, concretados en Rajoy e Iglesias respectivamente.
Tras las elecciones del 20-D se formaron dos bloques bastante equilibrados. PP y C´s sumaban 163 diputados, y PSOE con PODEMOS llegaban a 159, y con IU alcanzarían 161. Con esos datos ningún líder debió atribuirse el derecho a la Presidencia respaldado por un mandato popular mayoritario. Y con el acuerdo firmado PSOE-C´s (130 diputados), menos aún. Aquella situación terminó en una convocatoria de nuevas elecciones.
Pasados seis meses desde aquellas elecciones se celebraron otras con no muy distintos resultados (PP (137 ), PSOE (85), PODEMOS UNIDOS (71) y C´s (32)) y el horizonte se presentó con los mismos problemas que había, pero agravados, ya que los partidos políticos y sus líderes que pudieran propiciar una coalición estable para una legislatura y no para una investidura, se mostraron contrarios a ella, lo que significa otra nueva estabilidad inestable que se rompa al año justo, cuando la legalidad lo permita, cuando Rajoy sienta la presión de la no aprobación de Presupuestos, de las comisiones de investigación y de las mociones de censura. Ya veremos si hay convocatoria para diciembre con la llegada de los Santos Inocentes, o antes de que lleguen los calores veraniegos.
Lo sorprendente del caso es que los políticos no han hecho una sola referencia a un cambio del presente sistema electoral por otro dotado de una segunda vuelta que elimine las incertidumbres y dote de estabilidad a esta democracia menguante.
Con la experiencia de las convocatorias pasadas y, sobre todo, de las últimas que tan amargo sabor nos han dejado, los ciudadanos conocemos una serie de deficiencias que podemos concretar:
- La situación de provisionalidad desprende sensación de ingobernabilidad.
- El Gobierno de la lista más votada, si no es por mayoría absoluta, no ofrece ninguna solución, porque una lista ganadora minoritaria no garantiza la estabilidad necesaria.
- El intento de formar Gobierno sin una mayoría propia o coaligada determinante es una insensatez y una fantasmada cuyos frutos recogieron en su tiempo tanto Sánchez como Rivera.
- Los ciudadanos son los dueños de los votos, y no los despachos de los partidos.
- Los políticos son el producto de las urnas, con sus aciertos y con sus errores.
- La convocatoria de nuevas elecciones resulta mejor que un Gobierno débil que no pueda legislar ni efectuar las reformas urgentes para la vida de los españoles.
- Los ciudadanos prefieren decidir por ellos mismos y en las urnas a que lo hagan por ellos quienes dicen que los representan.
- Los nacionalistas son un obstáculo para un proyecto nacional desde el momento en el que se han declarado independentistas, y ajenos a un planteamiento general y común a todos.
- Los personalismos de los líderes han trascendido a los partidos y amparan a los corruptos que les ayudan a mantenerse en el tiempo.
- Las bases de los partidos carecen de capacidad, por falta de democracia interna, para sustituir a sus líderes cuando resultan nefastos al bien general del partido y de la nación.
- Los partidos no pueden renunciar a sus ideales y estatutos sin perder sus señas de identidad.
- La existencia de incompatibilidades personales y programáticas entre partidos y líderes para llegar a acuerdos es una obviedad.
Sin embargo, muchos de estos problemas tienen solución, y es posible evitar la situación de bloqueo al que están siendo sometidas las instituciones:
- Los ciudadanos pueden resolver la paralización ocasionada por los resultados electorales mediante en una segunda vuelta que permita unir votos y otorgar mayorías estables, tanto en el ámbito local, regional o nacional.
- La votación en una primera vuelta puede realizarse con el corazón o con la bilis, pero en la segunda termina imponiéndose la razón, concentrándose las tendencias de los ciudadanos y estableciéndose pactos entre partidos próximos para cederse apoyos.
- Si bien es cierto que el bipartidismo clásico (PSOE-PP) ha desaparecido, también lo es que han perdurado dos bloques: derecha (PP y ¿C´s?) e izquierda (PSOE – PODEMOS y sus confluencias).
- Con dos tendencias y cuatro partidos en liza sin una mayoría clara de alguno que posibilite el Gobierno, es conveniente que los dos mayoritarios (o tres, en caso de gran proximidad) se enfrenten en una segunda vuelta y sean los votantes quienes decidan el Gobierno y no las “nomenklaturas” de los partidos.
- El actual sistema electoral español, con sus listas cerradas y su composición partidista, determina la votación a las personas en ellas cobijadas, desconocidas e irresponsables ante sus electores, siendo manifiestamente mejorable.
- El sistema japonés, tan alejado geográficamente de España, puede servirnos de ejemplo y solución a nuestro problema. En el país nipón los electores disponen de dos votos: uno para elegir al diputado de su distrito (uninominal), siendo el más votado quien sale elegido. El segundo voto se otorga a una lista cerrada de la demarcación y los escaños se reparten según la ley d'Hondt, como aquí se hace.
- Aunque no hay ningún sistema perfecto, ese modelo combina el mandato a la persona (uninominal mayoritario), sin perder representación los partidos al recoger los votos de la segunda lista.
- De esta forma se favorece una mayoría estable y la presencia de una oposición responsable.
Los ciudadanos sabemos esto y los partidos también. Sin embargo, no están dispuestos al cambio porque salen perjudicados sus intereses. Prefieren el mangoneo en la formación de las listas que les reporten obediencia, sumisión y unas falsas negociaciones a un parlamento de personalidades libres, con mayorías que permitan gobiernos estables.