15 de marzo de 2017

VIAJE AL PAÍS DE NUNCA JAMÁS: ISLANDIA (III de III)

Sexto día, jueves 23 de febrero

Por la mañana nos encontramos con este cuadro. Había que seguir camino hacia Reikiavik. Desconocíamos la hora a la que podíamos llegar, pero había que hacerlo. Ya teníamos concertado hotel en Reikiavik, para las noches del jueves y el viernes. Como diría Saray en sus videos, “Bueno pues ya, pues poco a poco”. Así lo hicimos, con la suerte de que la carretera estaba, solamente mal a tramos. 

Paramos a comer en uno de los múltiples restaurantes de carretera y nos encontramos con otro camarero que hablaba español. Este era chileno que, ya llevaba allí 10 años. Antes había estado otros 10 en Israel. A las cinco de la tarde estábamos en Reikiavik. Después de solventar el hotel y coger la habitación nos dimos un paseo por el paseo marítimo con intención de visitar el Edificio Harpa, destinado a congresos, conciertos, exposiciones y galería comercial.


El edificio se terminó el año 2011 y, está mirando a la bahía.

Es la sede de la Orquesta Sinfónica y de la Opera Islandesa. Cada una de las cuatro salas principales representas uno de los cuatro elementos. La gran sala de conciertos, Eldborg, de 1.800 butacas, está inspirada en la actividad volcánica de la isla y representa el fuego. La de recitales, Norðurljós, se inspira en las auroras boreales y representa el aire. La de conferencias, Silfurberg, se inspira en los cristales de calcita, de la tierra. La cuarta sala, Kaldalón, es la más pequeña, representa el agua y se inspira en las frías lagunas. Para las reuniones dispone de dos salas con 63 asientos y de ocho pequeñas salas de reuniones. Además dispone de bares, restaurante, zona de exposición y tiendas. Por la noche, camino del hotel, encontramos una agencia especializada en localizar auroras boreales y allá que nos fuimos. La excursión empezó a las 9 de la noche y estuvimos hasta las doce y media. El viaje de unos 30 Km, suficientes para encontrar un sitio libre de contaminación lumínica. Aparcaron los autobuses al lado de una iglesia aislada. La temperatura no era mala, pero la sensación de frío con el viento reinante, hacía que fuese una noche desapacible.

Captamos la aurora boreal, pero no la vimos, solamente se captaba con cámara fotográfica, aplicando un tiempo de exposición de 2 segundos.



Al llegar al hotel, nos encontramos un comunicado gubernamental diciendo que al día siguiente, de las doce de la mañana a las cinco de la tarde, estaban cortadas todas las comunicaciones de la isla. No nos vino mal porque necesitábamos y día para, descansar, hacer algunas compras y, ver algunas cosas pendientes.



Viernes, 24 de febrero. 

 La circulación por la ciudad era fluida y no tuvimos ningún problema. En situaciones así, por regla general todos nos adaptamos, pero las mujeres disfrutan un poco más que nosotros, en una gran superficie, como fue el caso. No tuvimos nada más destacable.

Sábado, 25 de febrero.

 A las siete de la mañana ya estábamos desayunando, porque el vuelo salía a las once de la mañana y Keflavik estaba a 50 kilómetros. Oficialmente las carreteras estaban abiertas. Al liquidar en el hotel, nos sorprendimos en recepción, ya que nos atendió en perfecto español un empleado también paisano, era de Santander, nos dijo. Se encuentra perfectamente integrado después de diez años y no aspira a volver a España

La carretera de regreso a Keflavik, inicialmente estaba bien, pero a falta de quince kilómetros, tuvimos que soportar la última, para nosotros, tormenta de viento muy fuerte y, nieve racheada procedente de las cunetas e inmediaciones de estas. A veces de visibilidad era absolutamente nula y no quedaba más alternativa que parar, con el riesgo de las colisiones traseras y delanteras. El coche te daba seguridad y protección pero, el resto de factores actuaban de tal forma que el temor a salirte de la carretera, era constante. Solo eran quince kilómetros y después de lo pasado, era tan solo una más.
Gracias a la madrugada, llegamos en hora al aeropuerto. Entregamos el coche sin un rasguño y, después de las comprobaciones pertinentes solo nos quedaba el trámite de facturación y volar hacia Madrid. Por cierto, el joven que recepcionó nuestro coche, lo hizo en español. Se había pasado dos años en Valencia y España le gustaba mucho pero, sus dificultades, según él fueron el idioma, el idioma y, el idioma. El castellano es muy difícil, nos dijo.

 Durante el vuelo, tiempo para meditar, te dan ganas de empezar a volcar, al ordenador tus vivencias, como si tuvieras miedo de olvidarlas y perderlas. El número de turistas sextuplica a los habitantes. Con una población de 300.000 habitantes recibe 1.800.000 turistas. Imaginemos en España con 46.000.000 de habitantes recibir 276.000.000. 

Este viaje, me decía para mis adentros, no puede quedar en el olvido.

Epílogo.

 Fui a verte, sin quererte, Islandia. No conociéndote, sufrí. Los vaivenes de tus vientos nunca los comprendí. Cual dragón adormecido, sueltas tus fumarolas y, de vez en cuando el resoplido del géiser evoca el eructo postrero de las fuerzas del averno. Buscas la calma en el glaciar y, la encuentras. Pero esa calma del hielo es una fuerza dormida que tan solo evacúa, bien sea agua en abruptas cataratas o témpanos cuando rompe, al finalizar el recto, amparado por la majestuosidad de sus montañas. 

Toda esa fuerza que hoy tan solo rezonga, la percibes si la observas. Y la estimas y llegas incluso a apreciarla y a quererla y, te da fuerza para soportarla y ánimo para vencerla. Cuando la dejas atrás, sabes que has sobrevivido, pero que no has vencido. Lo valoras de otra forma, lejos de la indiferencia pretérita, rememoras tu experiencia y sientes un sano orgullo de haberla conocido y sufrido. De tal forma lo sientes que ya no te atreverías a decir aquello de “… a ese país, nunca jamás”. 

Esa fuerza indomable de la tierra se transmite sin duda al hombre y, le ayuda a ir domándola muy lentamente. Pero solo ellos, con el paso de los siglos, serán capaces de conseguirlo.

 Zamora, 1 de marzo de 2017.

Manuel Roncero.

2 comentarios:

  1. Quiero felicitar al señor Manuel Roncero que firma ese estupendo trabajo sobre su viaje a Islandia, y digo trabajo porque lo es. Viajamos y no dejamos ninguna pista de lo que hemos visto y de lo que hemos hecho. Guardamos las experiencias en la cabeza y las vistas en la retina, y a cabo de cierto tiempo no lo recordamos. Por eso quiero felicitar al reportero, por darnos ideas. Con sus escritos es como si habría ido, pero no tendre la suerte de ir. Gracias por compartir.

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  2. Manolo te leí la crónica que hiciste de tu aventura motera a Jerez, tengo que decirte que me he vuelto a sorprender por la calidad, detalle y amenidad con que plasmas tus experiencias, cualquiera puede utilizarlo como cuaderno de viaje, a mi de momento no me atrae. Espero a leer la próxima. Enhorabuena.

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