En la entrada anterior se trató el encuentro que Unamuno y José Antonio tuvieron en el domicilio del primero. Retomemos el relato que nos ofrecía Francisco Bravo en su obra "JOSÉ ANTONIO. EL HOMBRE, EL JEFE, EL CAMARADA" (Páginas 34 -37)
“Se hacía tarde. Me permití indicar que era la hora del mitin. Nos despedimos cordialmente de don Miguel. Pero éste, con asombro nuestro, nos dijo:
—Voy con ustedes.”
Buscó una boina, pues el día era de una temperatura gélida. Como se dispusiera a salir sin abrigo—tal fué siempre su costumbre, como la de ir a pelo, por lo que venía a ser uno de los primeros "sin-sombreristas" de España—, yo le reprendí cariñosamente, asombrando un poco con mi tono amistoso a José Antonio, que en toda la visita no había podido desprenderse de una intimidación causada por la presencia, la palabra y el gesto del gran escritor.
—Me ha autorizado su hijo Fernando para multarle cuando salga usted de casa sin abrigo. Don Miguel sonrió. Y después, por las calles de la ciudad, ante el asombro de grupos de extremistas que rondaban las esquinas sin atreverse, no obstante su deseo, a penetrar en el teatro donde dábamos el mitin, para perturbar, fuimos al acto. Iba en el centro don Miguel y a su derecha José Antonio. Yo le decía a Sánchez Mazas, contento de la entrevista, que tenían razón las gentes para asombrarse, como más tarde sucedería en el mundo entero, cuando las agencias dijeran que el más destacado liberal español, el más decidido campeón del liberalismo, había aplaudido al jefe fascista de la nueva generación de España y sentándose a sus manteles, espontáneamente, por afición a presenciar el ardor, la tensa exaltación de los precursores de una corriente espiritual, política y moral, destinada a presidir la resurrección de la Patria.
Don Miguel se sentó en una platea, ante la curiosidad de los cientos de personas que llenaban el teatro. Fué en buena parte protagonista del acto. Sánchez Mazas dijo en un discurso literario este párrafo dirigido al viejo rector:
"Hemos venido a Salamanca para recordar los lazos entrañables que nos ligan con una de las figuras españolas más originales y fuertes de la época, para subrayar que nos unen con don Miguel de Unamuno disparidades entrañables, como también con otras gentes nos separan afinidades de origen. Don Miguel es el adversario que enseña y del que puede aprenderse, y nosotros, que tenemos como fin principal exaltar todos los valores de España, no podemos por menos de saludarle al hablar en esta su Salamanca imperial, labradora y letrada."
Y también añadió:
"Nosotros somos del Cristo español, teológico, trágico y poético que es el mismo de don Miguel de Unamuno, y no del Cristo belga, sociológico, economístico y utilitario del señor Gil Robles y de don Ángel Herrera. He aquí, pues, otro motivo para que reconozcamos lo que el pensamiento de Unamuno representa en el panorama español."
También José Antonio aludió a la "voz familiar y magistral" de don Miguel, denunciador de los errores de la República en su primer bienio. Y si no logró, como otras tantas veces, que su oratoria fuera ágil y bella como un pájaro de acero y certera en su rumbo, acaso fué por la presencia de Unamuno, que le turbó hasta el instante mismo de su marcha de la ciudad, de regreso a Madrid.
Después del mitin fuimos con José Antonio al Gran Hotel a comer. Y son sorpresa nos encontramos allí a don Miguel, acompañado de Eugenio Montes, José María Alfaro, Fernández Cuesta y otros camaradas de León, Burgos y Zamora. Comimos todos, entregados a una conversación literaria y política de la que eran guías don Miguel y José Antonio. Y al terminar y separarnos del rector, éste dijo, estrechando la mano a nuestro jefe:
— ¡Adelante! Y a ver si ustedes lo hacen mejor que nosotros.
José Antonio irradiaba satisfacción por el interés del acto—Salamanca era entonces la Meca del populismo—, por la disciplina de la Organización, pero sobre todo por su aproximación a don Miguel. Yo, que le conocía bien, refrené su entusiasmo:
—Verás cómo dentro de unos días empieza a "meterse" con nosotros. Lo ha hecho siempre y con todos y no vamos a ser una excepción. Pero, desde luego, contribuirá su presencia a la resonancia del mitin. Nosotros aplicaremos a la Falange lo que él dice de sí mismo: "El caso es que hablen de uno, aun cuando sea mal."
Emilio Salcedo da la misma versión en “La vida de don Miguel”, Ediciones Anaya, (página 389-391), pero con matices:
“El tiempo apremia ya a los visitantes. Bravo, temeroso de que el acto que él organizó pueda fracasar por falta de puntualidad, indica que hay que despedirse. Primo de Rivera se despide, y Unamuno, auscultador del alma humana, les dice que le esperen, el tiempo de quitarse las zapatillas y calzarse. Los falangistas se asombraron, como se asombraron quienes vieron pasar a Unamuno por las calles, camino del teatro Bretón, para asistir al mitin que iba a dar el hijo del hombre que le había desterrado.
Don Miguel ocupó un palco y según cuenta Francisco Bravo, Primo de Rivera, que aludió a la «voz familiar y magistral» del rector salmantino, estuvo un poco cohibido y su discurso no fue de los más afortunados y brillantes.
Después se celebró un banquete, al que invitaron a Unamuno.
- ¿Por qué no? —contestó el viejo liberal.
«Después del mitin —continúa narrando Bravo— fuimos con José Antonio al Gran Hotel a comer. Y con sorpresa nos encontramos allí a don Miguel, acompañado de Eugenio Montes, … Comimos todos, entregados a una conversación literaria y política de la que eran guías don Miguel y José Antonio Y al terminar y separarnos del rector, éste dijo, estrechando la mano de nuestro Jefe:
»— ¡Adelante! Y a ver si ustedes lo hacen mejor que nosotros.»
De aquel mitin en el teatro Bretón lo más valioso quizá fue la presencia de don Miguel de Unamuno, que supuso, ante los ojos de muchos, un respaldo moral del viejo maestro universitario a los jóvenes discípulos falangistas. Aquel gesto cordial y espontáneo de don Miguel jamás sería olvidado por los intelectuales de la Falange, quienes en los difíciles días de la guerra, cuando tras el incidente con Millán Astray el rector vive destituido y acosado, le corresponden con afecto y amistad.
Algo después en «Ahora» contó Unamuno que había acudido a aquel mitin y al banquete; pero que eso no significaba su adhesión, sino sólo su presencia y atención. Don Miguel había atacado, seguía atacando por igual, a las J. O. N. S., que él creyó anagrama de Juventudes en vez de Junta en un artículo que tituló I. O. N. S., dando a la I. el valor de infancia irresponsable. En su famoso artículo titulado Cruce de miradas, aparecido en diciembre de 1934, había hablado del joven que él buscaba: «Alguno he podido vislumbrar —basta verlo y ver cómo mira—, que es, como yo era a su edad, un solitario, ni fu ni fa, quiero decir, ni de FE, ni de FUE, ni de JAP, ni de JONS, ni de TYRE, ni de requeté, ni socialista, ni comunista.»
Bravo no debía recordar esta postura tan constante de Unamuno y demostraba desconocerlo mucho, pese a su trato diario, cuando se asombró de que don Miguel saliese por los fueros de su independencia de viejo liberal no adscrito a ningún partido. (Recuérdese el final del relato de Bravo y se observará la contradicción). El rector hubiese ido aquel día a cualquier mitin, sin entender que su papel de espectador le comprometía formalmente. En el número segundo del semanario «Arriba» escribió Bravo un artículo sin firma, del que él mismo se me declaró orgullosa-mente autor, en los largos años en que trabajé en su periódico, que es una verdadera antología del insulto dirigida contra el hombre al que quiso atraer al partido que él capitaneaba en Salamanca”.
Jon Juaristi también da su versión del mitin en “Miguel de Unamuno (Colección de españoles eminentes)” aportando algún dato más sobre el encuentro:
“El domingo 10 de febrero, Falange celebró un mitin en el Teatro Bretón de Salamanca, en el que intervinieron José Antonio Primo de Rivera, Alejandro Salazar, líder del SEU, y el navarro Manuel Mateo, fundador y dirigente de la Central Obrera Nacional Sindicalista….
Miguel y su hijo Fernando recibieron a los visitantes y accedieron finalmente a acudir al mitin, como un gesto de cortesía. Pero ello implicó un paseo en grupo desde la casa de Bordadores hasta el teatro, lo que produjo en la ciudad un fuerte escándalo. La noticia se difundió por España, y el domingo siguiente, desde el Heraldo de Madrid, el azañista Roberto Castrovido, coetáneo y amigo de Miguel, la comenta con sarcasmo y amargura. Un mes nías tarde, el 23 de marzo, Unamuno arremete en un artículo publicado en Ahora —«Otra vez con la juventud» — contra los jóvenes fajistas, y afirma que fue manipulado por los organizadores del mitin. La respuesta de éstos, sin firma, viene de la mano de Francisco Bravo en Arriba, tachando a Unamuno de exhibicionista grotesco y «viejo avariento», más semejante a Torres Villarroel que a Sócrates.
El asunto, con todo, se olvida pronto. El 25 de enero, la Universidad de Salamanca había acordado pedir el Premio Nobel de Literatura para Unamuno, iniciativa a la que se irán sumando otras instituciones, como la Academia Argentina de la Lengua." …
Joan Maria Thomàs, por su parte cuenta en “José Antonio: Realidad y mito”, que
“Seguidamente, Unamuno y su hijo acompañaron a los tres falangistas al mitin, al que asistieron como gesto de cortesía;(105) y de igual modo a la posterior cena, durante la cual Unamuno siguió departiendo con Primo y el resto de los falangistas. Su paseo compartido por las calles de Salamanca trascendió por toda España, y una semana más tarde el azañista Roberto Castrovido, amigo del catedrático, lo comentó amargamente en el Heraldo de Madrid.
José Antonio habría regresado a Madrid conmovido, y, al parecer, su propia intervención en el mitin de ese día había resultado menos lucida de lo habitual por la impresión que la presencia de Unamuno le producía. Según Bravo, siendo como era éste, no sería extraño, sino previsible, que muy pronto cambiase de actitud y criticase a la Falange, o a su líder, aunque esto, a la vista de lo que efectivamente ocurrió, podría ser una justificación ex post facto. Y es que, efectivamente, fuese por efecto del artículo de Castrovido o por otra razón, Unamuno publicó poco después en Ahora un artículo («Otra vez con la juventud») en el que afirmaba de José Antonio, demostrando su gran percepción: «Es un muchacho que se ha metido en un papel que no le corresponde. Es demasiado fino, demasiado señorito y, en el fondo, tímido para que pueda ser un jefe y, ni mucho menos, un dictador». Y añadía que, para ser un líder fascista, era preciso ser «epiléptico». Arriba replicó de inmediato con un artículo no firmado, pero al parecer obra de Bravo, en el que, con gran agresividad, se te tachaba de «viejo avariento» y «exhibicionista grotesco» (106). Sin embargo, más que tales exabruptos, lo que debió de quedar en la mente del catedrático es el recuerdo del paso en falso que había dado al asistir al mitin fascista y la posibilidad de que ello hubiera influido en que no le concediesen el Premio Nobel[107] para el que había sido propuesto por diferentes instituciones españolas e hispanoamericanas en 1935. De hecho, volvería a referirse al fascismo —esta vez junto al bolchevismo— como «enfermedad mental» en la breve alocución que pronunciaría en la Salamanca «nacional» el Día de la Raza de 1936, cuando se enfrentaría, entre otros, al general Millán-Astray, en su caso defendiendo la inteligencia (108) que éste había denostado en su presencia.”
Resulta curioso leer en el mismo texto anterior que Unamuno acuse a José Antonio de falta de carisma para ser un líder fascista y el autor catalán le tilde de serlo.
Otra curiosidad más. Los narradores de este episodio se han referido al discurso pronunciado por José Antonio, calificándolo de simple y menos lucido de lo habitual, pero de su contenido, salvo Bravo, no han aportado absolutamente nada para que sean los lectores quienes lo juzguen, y que pueden leer en las cuatro páginas alojadas en esta entrada .
Muy importante el trabajo de hoy.Más que desconocimiento, ocultación y tergiversación de nuestra Historia
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