Hartazgo es la palabra que mejor define esta situación a la nos han llevado innumerables políticos de distintos signos durante muchos años. Hay hartazgo de esa gente que no atiende a ninguna clase de argumentos y sólo se fía del sentimiento que aplasta las razones. El domingo harán un simulacro de votación, pero el problema catalán continuará el lunes siguiente, y el mes siguiente y los siguientes años, y quizás llegue el momento en que ya no sepamos convivir con él. ¿Qué pasará entonces? Cuando los problemas no tienen solución, dejan de ser problemas para convertirse en otra cosa o resolverse de otra forma. Nuestro colaborador, José-Tomás Cruz Varela, refleja perfectamente en su artículo de hoy la sensación de HARTAZGO que nos domina. Quosque tandem?¿Hasta cuándo?
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¡¡HARTAZGO!!
(De mi puño y tekla)
¡¡Hartazgo!! Sensación percibida por todos los españoles y la mitad de los catalanes. Pretender ridiculizar al Gobierno de la nación en momentos tan críticos como los que estamos viviendo, solo constituye otra forma más de favorecer al independentismo. En efecto, el artículo de Jiménez Losantos publicado el pasado día 22 en El Mundo, se pasa en algunos aspectos y quizá más en la forma que en el fondo, asistiéndole la razón en ciertos casos puntuales. Por ejemplo, que el Gobierno se muestre tan propenso a negociar con los separatistas, tras tantos ataques, insultos y descalificaciones recibidas no parece oportuno, como tampoco lo es el ofrecimiento por parte del ministro de Economía, en torno a alcanzar algún acuerdo que favorezca en el marco fiscal a Cataluña. Y mucho menos aún la imbecilidad del ministro de Interior sintiéndose orgulloso de sus Fuerzas de Seguridad a las que agraden y escupen públicamente. Espectáculo entre grotesco y denigrante. Si es por propia iniciativa, mal, pero si además lo hace siguiendo instrucciones del presidente del Gobierno, peor todavía.
Para desgracia nuestra, la Cataluña actual nada tiene que ver con la próspera región de los años posteriores a la Transición. La tensión generada por la ANC, CUP y grupos afines al secesionismo, al margen de la agresión que supone atentar contra el orden constitucional, el proponerse la creación de una República Catalana tras la celebración del referéndum del 1º de octubre resulta insultante, como igualmente el pretender que desaparezca y se olvide la corrupción cometida por muchos de sus dirigentes, unido a la condonación de la deuda contraída por valor de miles de millones. Todo parece indicar que el presidente de la Generalidad está dispuesto a continuar ignorando al T.C. como lo demostró publicando una web con la ubicación de las mesas de votación, lo que consolida su manifiesta desobediencia cuyas consecuencias podrán resultar previsiblemente peligrosas.
Los ciudadanos nos sentimos desconcertados ante las vejaciones dedicadas al Estado español. Vivimos temerosos con lo que pueda suceder en los días previos a la celebración del ilegal referéndum catalán, cuyo Gobierno se mofa y befa de los representantes del Estado Español, comenzando por el propio Rey Felipe VI y terminando por el último de sus dirigentes. Los errores se pagan y a un alto precio. El haber tolerado tanto por parte de Mariano Rajoy durante los últimos cinco años nos está pasando una dolorosa factura, y no solo en el aspecto económico. Nada más cierto que los españoles estamos saturados de tanta corrupción, mordidas, apropiaciones indebidas y enriquecimientos ilícitos, etc. pero en este caso, ninguno de los dos Gobiernos pueden acusarse por haber cometido similares delitos.
Lo más triste y dramático de la deriva nacionalista hacia el independentismo ha sido ha el terrible impacto que está originando en el tejido social y las nuevas generaciones. Circunstancia que una vez superado el pretendido golpe institucional, la Generalidad prioritariamente deberá dedicarse a recomponer socialmente Cataluña, sustituyendo la política del odio por la de una profunda reconciliación.
Atentamente.
José-Tomás Cruz Varela
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