En la anterior entrada partimos del: “Si vis pacem, para bellum” (“Si quieres la paz, prepara la guerra”) de escritor romano Plubius Flavius Vegetius y vimos la versión de Napoléon “Si vis bellum, para pacem.” ("Si quieres la guerra, prepara la paz"). Hoy analizaremos otras versiones dadas a lo largo de la Historia:
- “Si vis pacem, para pactum” (“Si quieres la paz, prepara el pacto”). Después de la guerra, la vida continúa, y si no se establecen condiciones justas, la guerra continuará de una forma u otra. El ejemplo de la II G.M. tuvo su origen principal en el Tratado de Versalles, pacto por la paz firmado el 28 de junio de 1919 entre los Países Aliados y la Alemania del II Reich.
- “Si vis pacem, fac bellum” ("Si quieres la paz, haz la guerra"). Sugiere que tal vez el sólo estar preparado para la guerra no es suficiente y que es necesario librar una guerra para disuadir otra mayor. El mundo tiene que estar seguro para vivir en democracia, sin lo cual no se garantiza. Cuando fallan los medios para imponer la paz, puede surgir la batalla y en lugar de “si vis pacem, para bellum” tendremos “Si vis pacem, fac bellum”.
- “Si vis pacem, para pacem” ("Si quieres la paz, prepara la paz"). Se atribuye a Barthélemy Prosper Enfantin, uno de los fundadores del Saint-Simonianismo, en carta en 1841 al general Saint-Cyr Nugues “Si vis pacem, para pacem”. Vivir en paz es el mejor deseo posible, pero que choca con aquel “Homo homini lupus” de Hobbes. Es la lucha del “Buen salvaje” de Rousseau con la esencia autodestructiva o de supervivencia del hombre. Si se impusiera como fin, ¿por qué no poner los medios para conseguirlo?
La verdad de cada día nos demuestra que no vivimos en un mundo de paz y amor. La vida pasa sin que los ciudadanos tengan mucho que decir y hacer. La realidad no coincide ya con ese estado de bienestar perpetuo y de “buenismo” que suelen prometernos cuando vamos a votar. La paz no es sólo la ausencia de conflictos, sino la capacidad de gestionarlos, y es un bien demasiado preciado para dejarlo en manos de desaprensivos.
Pasaron más de mil años desde que Plubius Flavius Vegetius nos dejara su particular visión sobre los conflictos armados para que en su misma tierra, un autor netamente renacentista se ocupara de nuevo de la guerra y de cómo poder evitarla o aminorarla. Al final del capítulo III de “El Príncipe”, Maquiavelo nos dejó uno de sus muchos pensamientos, escritos hace quinientos años, y aún vigentes:
“Si alguno dijera que el rey Luis no cedió la Romaña a Alejandro y el reino de Nápoles a la España, más que para evitar una guerra, respondería con las razones ya expuestas, que no debemos dejar nacer un desorden para evitar una guerra, porque acabamos no evitándola; la diferimos únicamente: y no es nunca más que con sumo perjuicio nuestro”.
Dicho en román paladino: el que tolera un desorden para evitar una guerra, tendrá primero el desorden y después la guerra. Que no le quepa ninguna duda.
(Derecha, Neville Chamberlain hace su famoso discurso anunciando que la «Paz de este siglo», a su llegada a Londres tras su encuentro con Hitler en Múnich.)
(Derecha, Neville Chamberlain hace su famoso discurso anunciando que la «Paz de este siglo», a su llegada a Londres tras su encuentro con Hitler en Múnich.)
Siglos después, la Historia pareció repetirse durante los inicios de la II GM. Tras la Conferencia de Munich en septiembre de 1938, tanto ingleses como franceses creyeron haber frenado los planes que Hitler tenía para anexionarse territorios y poblaciones alemanas limítrofes del Reich (Caso de los Sudetes). El Primer Ministro británico, Neville Chamberlain fue el abanderado de la política de pacificación ("appeasement"). “Paz en nuestra época” fueron las palabras que el Daily Herald recogió de Chamberlain a su llegada al aeropuerto de Londres el 1 de octubre de aquel año. Durante los días siguientes se debatió en la Cámara de los Comunes sobre el Pacto suscrito con las autoridades del nacionalsocialismo alemán.
De todo el discurso con el que Winston Churchill replicó a Chamberlain, sólo unas pocas palabras han pasado a la Historia, rememorando a Maquiavelo: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra…elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”. El hecho cierto es que poco tiempo después, el Reich se apoderó de los Sudetes y de otros territorios más, y hubo también guerra. Sobre la veracidad de esas palabras de Churchill y sobre su aleccionador discurso aplicado a la situación actual de España en su crisis con Cataluña nos ocuparemos en la siguiente entrada.
La última reseña sobre una de las sentencias anteriores la he encontrado en un artículo reciente de Arcadi Espada, de recomendable lectura y publicado en El Mundo bajo el título “Si vis pacem fac bellum”., Toma como referencia los acontecimientos del 1 de octubre en Cataluña y los enfrentamientos entre quienes querían votar en un referéndum ilegal, y analiza la actuación de la policía para impedirlo y el tratamiento que de ello hizo la prensa extranjera y una parte de española.
A. Espada cita un párrafo de la última obra de Ian Morris Guerra y lo contextualiza en el momento catalán: “La tesis central del libro de Morris es una superación radical del viejo adagio latino Si vis pacem para bellum. En su lugar el historiador y arqueólogo viene a proclamar "Si vis pacem fac bellum. Y escribe: «Si bien la guerra es la peor manera imaginable de crear sociedades más grandes y pacíficas, es básicamente la única que los seres humanos han descubierto. 'Dios mío, debe de haber otra manera', cantaba Edwin Starr, pero aparentemente no es así»”.
Quizás esa máxima de "Si vis pacem fac bellum" nos ayude a reflexionar que la fuerza y la violencia del Estado pueda prevenirnos de otra mayor y menos deseable que en nombre de la paz se oculta una guerra.
Quizás esa máxima de "Si vis pacem fac bellum" nos ayude a reflexionar que la fuerza y la violencia del Estado pueda prevenirnos de otra mayor y menos deseable que en nombre de la paz se oculta una guerra.