Hace algunos años comenté en este blog, desde distintos puntos de vista, la jornada escolar continua y partida del alumno, sus ventajas e inconvenientes, y la del profesorado (La difícil puesta en práctica de la jornada continua escolar; La jornada escolar en España: continuada y partida (I de III); El valor de un testimonio; El calendario escolar (III): El calendario escolar europeo; Jornada laboral de los profesores españoles. ¿Cuántas horas trabajan? ). Debo confesar que no se me ocurrió preguntarme entonces si la primera, la continua, pudiera ser machista como así la ha calificado Berta González de Vega en su artículo “¿Es la jornada escolar continua machista?” A pesar de muchos años de profesión docente siempre me quedará mucho por aprender. Veamos:
- Parece cierto que durante la huelga feminista del 8 de marzo pasado no se solicitó que “las jornadas escolares de los niños fueran partidas con comedor escolar y más largas como la medida más eficaz de conciliación”. La autora no ha explicado lo que ella entiende por “jornada escolar”, y no queda nada claro que la jornada lectiva de los alumnos, diferente según edades y etapas, no depende de cada colegio sino de un calendario escolar común aprobado por las Administraciones educativas de cada CCAA.
¿Pretende equiparar la permanencia de los alumnos en los colegios (5 horas lectivas en E. Infantil y Primaria, recreos, comedor escolar, extraescolares) con la jornada laboral de los padres? ¿Desde qué edades? De prolongarse demasiado y para ciertas situaciones habría que pensar en una especie de internado de lunes a viernes, a semejanza de una Escuela Hogar.
- La implantación de la jornada continua no tuvo por qué coincidir necesariamente “con la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral”. Se fue imponiendo en las ciudades porque la jornada partida obligaba a las familias a realizar cuatro viajes entre el domicilio y el colegio, para llevar y recoger al alumno. La falta de comedores y de medios para sufragar el coste ajustó la permanencia de los alumnos en el centro y, consecuentemente, trajo la jornada lectiva.
- La pregunta que se hace la autora “¿Por qué no se pone el acento en las desigualdades sociales que genera, con padres que tienen más recursos para actividades extraescolares, clases de refuerzo, etc?” no tiene nada que ver con el tipo de jornada escolar. La mayoría de los alumnos no necesitan refuerzos y las extraescolares no deberían tratar contenidos curriculares. Tanto los recursos de la familia como su dedicación influyen en el rendimiento del alumno, pero lo hace mucho más la capacidad intelectual de cada uno, al menos en la enseñanza obligatoria.
- Es posible que los "sindicatos de enseñanza presenten las ventajas de la jornada continua porque los beneficia y las asociaciones de padres prefieran la jornada partida". Pero no es cierto que sean los Consejos Escolares quienes tengan el poder de decisión delegado de las Administraciones educativas. Nunca se impone un cambio de jornada en contra de la voluntad de los padres, y los requisitos necesarios son demasiado garantistas: “La conformidad de la modificación de la jornada escolar habrá de obtener un respaldo de dos tercios de los padres, madres o tutores del total de participantes y, asimismo, con el fin de asegurar una mayoría relevante, se establece el mínimo de participación de dos tercios del total del censo”. (La jornada escolar en España: continuada y partida (I de III)
- Se muestra cierta ligereza al afirmar que “las familias no están bien informadas de las consecuencias de sus decisiones desde el punto de vista del rendimiento escolar y se quejen de tener sólo informaciones sesgadas por parte del profesorado.” Las asociaciones de padres cuentan con la suficiente autonomía y libertad para buscar el asesoramiento oportuno que deseen.
- Resulta sorprendente y llamativo el calificativo que se da a la jornada continua: “Está claro que si todo lo que impide el desarrollo profesional de las mujeres se tilda con brocha gorda de machista, la jornada escolar continua entonces puede serlo para las que son madres de niños en edad escolar y con ganas de trabajar pero sin poder elegir ni reducción de jornada ni tener ayuda en casa, ni abuelos cerca. Se da la paradoja de que la mayoría del profesorado, sobre todo en primaria, son mujeres que estarán encantadas de esos horarios que pueden acabar perjudicando a ... mujeres. Así vamos.” Es difícil asumir que un tipo de jornada escolar condicione el desarrollo profesional de las mujeres y, menos aún, cuando no expone un prototipo de jornada ideal que lo favorezca. No existe dificultad para mantener colegios con jornada partida, continua o ambas a la vez. Los colegios pueden y deben colaborar a la conciliación familiar que conlleva la tarea inexcusable de ambos progenitores. ¿Qué otros complementos se pueden añadir al servicio de madrugadores con desayuno voluntario, jornada lectiva obligatoria, comedor escolar voluntario con o sin beca, talleres y extraescolares voluntarios y flexibilidad de horario de recogida?
Si el problema radica en una jornada laboral extensa de los padres se agrandará si se pretende alargar en demasía la de los niños: estancia de ocho o más horas en un colegio al que podrían llegar a aborrecer.
- La dualidad que establece entre el colegio público y el concertado o privado y las ventajas de estos últimos por razón de la jornada no está contrastada. Los colegios pueden cambiar de jornada y volver a la partida los que la tenía continua. Si una vez experimentado no lo hacen es porque los padres están contentos con lo que tienen.
- La jornada escolar continua o partida no depende del tipo de centro, público o concertado, sino de los padres. El profesorado de la enseñanza estatal es funcionario, está al servicio de la sociedad que le paga y es ésta quien demanda y exige.
- Cuando dice que “Los profesores suelen esgrimir que los colegios no están para adaptarse a los horarios laborales de los padres pero, desde luego, lo que parece un poco locura es que estén para boicotear las posibilidades laborales sobre todo de las madres” debería entender que los colegios adoptan un horario racional lo más acomodado a los alumnos y que los profesores los cumplen. Lo que no es de su competencia son las jornadas laborales de los adultos.
Lo interesante del artículo analizado es que se incita a una actitud de colaboración por parte de todos que redundará en beneficio del alumnado. Pero puede correrse el riesgo de prolongar tanto la jornada escolar, partida o continua, con una serie de complementos ajenos al desarrollo curricular que al final se consiga dotar al alumno de una jornada mediopensionista en los colegios.
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