En la entrada anterior, Declaración de obispos catalanes de mayo de 2017, se expuso el texto completo de la “Nota” emitada por los citados obispos a la que se referirán los comentarios siguientes.
Vaya por delante que los Señores Obispos de las diócesis de Cataluña tienen tanto derecho a manifestar públicamente sus opiniones políticas como el que goza también cualquier otro ciudadano a estudiarlas y aprobarlas o rechazarlas.
Por la fecha en la que se emitió esa Nota, 11 de mayo de 2017, podemos constatar que es anterior al referéndum ilegal de independencia celebrado el 1 de octubre de ese año en Cataluña, por lo que sus consideraciones eran intencionadamente ambiguas.
Extraña que en la cabecera figure “Conferencia Episcopal Tarraconense”, sabiendo que aún no ha sido aprobada por la Santa Sede aunque fuera constituida en 1969. Quieren diferenciarse de la “Conferencia Episcopal Española” por creerse distintos.
Cuando los obispos catalanes hablan de “nuestro país y en los planteamientos de futuro que se están debatiendo” no especifican si se refieren a un “territorio constituido en Estado soberano” (España) o a un “territorio, con características geográficas y culturales propias, que puede constituir una entidad política dentro de un Estado” (Cataluña), como tampoco lo hacen con “esos planteamientos”. ¿Por qué emplean eufemismos y oscurantismo en su comunciado? ¿Qué es lo que quieren decir sin decirlo?
Repiten varias veces la palabra “diálogo” y la necesidad de fomentarlo, pero evitan incluirlo en el ámbito de la ley de leyes, la Constitución Española, en su momento votada mayoritariamente en Cataluña. Dentro de la Constitución cabe todo diálogo, pero eso parece no importar a quienes lo entienden como imposición unilateral.
Dicen sentirse “herederos de la larga tradición de nuestros predecesores que les llevó a afirmar la realidad nacional de Cataluña”. Pero "...seguramente no se refieren a los cardenales catalanes de los s. XIX y XX: Salvador Casañas (+1908), Vives i Tutó (+1913), Vidal y Barraquer (+1943), Enric Pla y Deniel (+1968), Anselm Albareda (+1966) o Ricard Mª Carles (+2013), todos ellos libres de nacionalismo. Tampoco se deben referir al obispo Isidre Gomà (+1940), redactor de la carta de los obispos españoles con motivo de la guerra en España. O al obispo de Barcelona Manuel Irurita, el de Lérida Huix Miralpeix o el de Tarragona Manuel Borràs Ferré, los tres asesinados bajo Santcompanys. Y seguramente tampoco se refieren a los 1.536 sacerdotes ejecutados en Cataluña bajo el gobierno de ERC, los cuales la única “realitat nacional” que conocieron fueron el terror y la intolerancia nacionalistas. Ni a la inmensa mayoría de obispos catalanes de los últimos 100 años," (citando a Dolça Catalunya en un comentario a la Nota episcopal de referencia). Recurren a los predecesores “para afirmar la realidad nacional de Cataluña” evitando hacerlo ellos mismos y tener que dar explicaciones sobre esa “realidad” y la pretendida nación catalana.
Inciden en su “nación catalana” cuando afirman que “Por eso creemos humildemente que conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán, para que sea estimada y valorada su singularidad nacional, especialmente su lengua propia y su cultura, y que se promueva realmente todo lo que lleva un crecimiento y un progreso al conjunto de la sociedad, sobre todo en el campo de la sanidad, la enseñanza, los servicios sociales y las infraestructuras.” No se sabe si piden más dinero y privilegios por creerse diferentes, sin importarles que ya los han tenido a lo largo de la historia, con chantajes incluidos, y que las demás partes de España también necesitan de lo mismo y en mayor medida. ¿Cómo denominar la postura de quienes sabiendo que la lengua española es la única maltratada en Cataluña callan? ¿Y qué decir de la llamada inmersión lingüística que prohibe a los padres elegir la lengua vehicular en los estudios de sus hijos?
De lo más sorprendente de la nota episcopal es el siguiente párrafo: “El verdadero progreso de los pueblos exige también la erradicación de la corrupción. Es absolutamente prioritario y justo que en todos los ámbitos públicos del conjunto del Estado se combata la corrupción, que tanto daño hace a la sociedad…”. Sabiendo que de esa sustancia maloliente no carecen en Cataluña y hasta pueden repartir, tienen que acordarse del Estado sin recordar aquel consejo cristiano y más próximo a ellos:
“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lucas 6, 41-42).
Apelan, finalmente, a la necesidad de “una verdadera regeneración moral a nivel personal y social y,… Dicha regeneración nace de las virtudes morales y sociales, se fortalece con la fe en Dios y la visión trascendente de la existencia, y conduce a un irrenunciable compromiso social por amor al prójimo”. ¿Tendrá algo que ver esa regeneración con el cumplimiento de las leyes y, más concretamente, de la Constitución? Los cumplidores de las normas no son los opresores ni los que se las saltan son los libertadores.
Gracias, señores Obispos de las diócesis de Cataluña, por manifestarnos lo que piensan porque así es mucho más fícil entender lo que ustedes quieren.