22 de junio de 2020

El experimento de Asch y la “desescalada” de la pandemia Covid-19 (I de III)


No cabe duda de que el término “desescalada” es el neologismo de moda con el que la progresía gobernante pretende conducir a “la gente” hacia la “nueva normalidad” con un “Plan de Transición” diseñado para volver al régimen de vida  anterior a la irrupción del Covid-19.

Quien se pregunte por el significado de tan extraño vocablo  quizás piense que  es el antónimo de escalada, y, por lo tanto,  la acción contraria de escalar. Pero si no quedare satisfecho y siguiera sin comprender el mensaje aún tendrá el recurso de la RAE, y  sorprendido quedará cuando lea que “la palabra desescalada no está en el Diccionario”. Ni está ni se la espera, de momento, que  todo se andará, o “desescalará”. La acción de un gobierno y la presión de los medios de información (y en ciertos casos, des-) repitiendo lo que se le encomienda es demasiado fuerte para que un españolito de a pie se libere de tan tupida tela de araña. 

¡Ay de quien se negare a utilizarla o dudare de su oportuno uso! La influencia de una autoridad y de un grupo social activo hace que demasiada “gente” la emplee  aunque desconozca su alcance o le disguste el término. La palabra introducida es nueva pero no lo son tanto ni el método empleado ni la circunstancia aprovechada. Si nos remontamos al siglo pasado veremos que en 1951 Solomon Asch experimentó sobre psicología social  y demostró el influjo que el grupo ejerce en el comportamiento de un individuo concreto para conformarlo y anonimizarlo aunque en su fuero interno disienta con lo que le dicen y constate que le manipulan. 

De dicho experimento se presenta a continaución un breve resumen y un enlace para quien desee ampliar su contenido:  (https://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Asch)

“Los experimentadores, conducidos por Solomon Asch pidieron a unos estudiantes que participaran en una “prueba de visión”. En realidad todos los participantes del experimento excepto uno eran cómplices del experimentador y el experimento consistía realmente en ver cómo el estudiante restante reaccionaba frente al comportamiento de los cómplices. El objetivo explícito de la investigación era estudiar las condiciones que inducen a los individuos a permanecer independientes o a someterse a las presiones de grupo cuando estas son contrarias a la realidad.”

 A los participantes, cómplices y sujeto activo del experimento, se les pedía que valoraran la longitud de las distintas líneas que se les exponía. Se les  indicaba que señalaran las más largas, las más cortas y  las iguales de cada item. Los cómplices habían sido entrenados para dar respuestas correctas o incorrectas según situación  y comprobar así su posible influencia en el otro. De un total de dieciocho comparativas, los cómplices dieron doce respuestas incorrectas de manera alternativa. Y estos fueron los resultados habidos:

 “El experimento se repitió con 123 distintos participantes. Se encontró que aunque en circunstancias normales los participantes daban una respuesta errónea solo el 1% de las veces, la presencia de la presión de grupo causaba que los participantes se dejaran llevar por la opción incorrecta el 36,8% de las veces.
 …. solo un 5% de los sujetos se adaptó siempre a la opinión errónea de la mayoría. Un 25% de los sujetos siempre desafió a la opinión mayoritaria, dando la respuesta objetivamente correcta. El 75% de los participantes dio al menos una respuesta errónea a las 12 preguntas, adaptándose a la mayoría.”

Muchos contestaron correctamente y mostraron gran malestar y “un 33% se conformó con el punto de vista mayoritario de los otros cuando había al menos tres cómplices presentes, incluso aunque la mayoría dijera que dos líneas con varios centímetros de longitud de diferencia eran iguales”. Cuando los cómplices no eran unánimes el sujeto disentía más que cuando todos estaban de acuerdo. Los sujetos no influenciables daban su opinión y respuesta correcta sin problemas.

En la presente entrada hemos podido comprobar que el  uso y abuso de la palabra “desescalada” confirma las conclusiones de Asch, y  en la próxima veremos otros comportamientos, significativos y relevantes,   que una mayoría de la sociedad española ha mantenido (y mantiene) pacientemente durante estos tiempos de pandemia sin salirse del guión por unos programado y llevado a la práctica con la colaboración de otros.

11 de junio de 2020

Dos visiones diferentes de un gobierno de coalición (III de V): Ignacio Escolar y el futuro progresista


En el mismo diario norteamericano, Ignacio Escolar había publicado  previamente el artículo  "España cambia el bloqueo del gobierno por la grieta parlamentaria." ,  y dado que gran parte de su texto es coincidente con el ya analizado en las dos entradas anteriores, en la presente sólo se comentarán las diferencias entre ambos.

Dice Escolar que “Para sacar su investidura adelante y evitar otra repetición electoral, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez tuvo que pactar el primer gobierno de coalición en 80 años. Es una rareza en España, pero habitual en los países con sistemas parlamentarios”. Esa afirmación parece tener más parecido con su propio deseo que con la realidad.

Tras las elecciones del 28 de abril, Pedro Sánchez pudo haber pactado con Ciudadanos, cuya suma superaba la mayoría absoluta, pero jamás tuvo intención de hacerlo y ni siquiera de proponerlo seriamente. En cambio,  con la repetición de elecciones buscaba incrementar su representación  y distanciarse más de los otros partidos. A eso precisamente le animaban los sondeos del CIS de Tezanos que le auguraban una clara victoria que le permitiría un cómodo gobierno.

Pero los resultados del 10 de noviembre le truncaron los planes y  le pillaron con el paso cambiado: en vez de ganar, entre PSOE y Unidas Podemos perdieron más de un millón y medio de votos y algunos diputados,  y Ciudadanos se quedó reducido a un irrelevante grupo  parlamentario  de tan sólo diez representantes. Con esos números  el PSOE  ya no sumaba mayoría con Unidas Podemos y Ciudadanos juntos, y con el PP no quería llegar a pactos de Estado. Esos son los argumentos que promovieron el  abrazo urgente de Pedro y Pablo e hicieron olvidar sus viejas rencillas y enfrentamientos,  pensando que  un pesebre común  con futuro une más que ideas y personalismos pasados. Viendo  que Pedro y Pablo no sumaban lo suficiente  se echaron en manos de nacionalistas e independentistas a cambio de lo que no está escrito ni publicado, pero que algún día saldrá a la luz. Y como aún resultaba insuficiente para formar un gobierno de coalición,  tuvieron que agregar también otras minorías interesadas en la cadena de favores, cumpliéndose como nunca aquella sentencia latina del  “Do ut des” y lograr el tan ansiado Gobierno Frankenstein.

La rareza no radica en la existencia de un gobierno de coalición sino en que en éste figure como socio  un partido comunista, algo inusual en el resto de países europeos desde la II GM. Califica Escolar a Unidas Podemos de agrupación de “izquierdas” con procedencia en “los indignados” que incluye al “histórico Partido Comunista”, pero de cuya “historia” se olvida. Zapatero solía hablar de la importancia del “talante”, sin especificar que por sí mismo no era bueno ni malo, y eso mismo pasa con la “historia” de cada uno.

Las afirmaciones de Escolar sobre Oriol Junqueras y su condena deberían hacerle meditar y rectificar, pero eso sería demasiado pedir. Decir  que “Es una condena hoy cuestionada, tras una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea —la máxima autoridad judicial en Europa— que considera que Junqueras sigue siendo hoy eurodiputado. Esto implica que el Tribunal Supremo español vulneró sus derechos al no respetar su inmunidad parlamentaria” tras lo ocurrido  y sabido es querer mantener la farsa y ocultar la verdad.

Calificar a Unidas Podemos de “izquierdas” y a EH Bildu de “izquierda independentista vasca” le parece normal y positivo. Sin embargo, su valoración difiere cuando escribe de la opinión de los adversarios del gobierno: “Para la derecha y sus medios afines Pedro Sánchez lidera un gobierno “radical”, con “ministros comunistas de extrema izquierda”, que sale adelante con los votos de los independentistas “golpistas catalanes” y con los “terroristas vascos”; un “presidente ilegítimo” que “traiciona a la patria con tal de alcanzar el poder”, que está dispuesto a “vender España” y “liquidar la Constitución y el Estado de derecho”. A ojos de los votantes conservadores, azuzados por un discurso así, es difícil encontrar una combinación más explosiva.”

¿Sugiere Ignacio Escolar  con el párrafo “El acuerdo con ERC, que apenas compromete a abrir una mesa de diálogo y votar después lo acordado, también se ha exagerado al extremo. La derecha lo ha presentado como un “referéndum de autodeterminación”, algo que los independentistas anhelan, pero que el PSOE en ningún caso ha firmado. Aunque lo hiciera, tal referéndum sería casi con seguridad anulado en los tribunales” que el PSOE ha engañado a ERC o que  los independentistas catalanes han pactado a cambio de nada? Parece,  más bien,  querer obviar los efectos del pacto y evitar futuras lamentaciones de hemeroteca. Decir que “el acuerdo no implica un referéndum y si lo fuera no serviría de nada” demuestra una candidez  calculada.

Deja bien claro el articulista que la crispación de esta legislatura no vendrá ni del PSOE ni de Unidas Podemos ni de los independentistas vascos o catalanes, sino de la derecha y, sobre todo,  de la formación de “extrema derecha de VOX” que  con sus 52 diputados y un  discurso ultra está arrastrando a la derecha.

Se teme Escolar que si este gobierno de coalición (ni radical ni de extrema izquierda)  no frena “el crecimiento de la extrema derecha”, no rompe la espiral de polarización, no  gestiona bien los recursos del Estado y no integra a Cataluña en España, habrá un nuevo gobierno de coalición, pero esa vez será de “la derecha con la extrema derecha”.

Lo dicho: El gobierno de coalición centrado y progresisita se enfrenta a una oposición  extremista dirigida por un partido ultra (de derechas, por supuesto), que en España no caben dos…extremismos.