Muy preocupante es el dato del incremento del IPC, un 6,7%, que nos recuerda José Tomás Cruz Varela en su artículo de hoy, pero no parece serlo tanto para nuestros gobernantes, dado su silencio en tan negativas circunstancias. Hasta podría pensarse que les beneficia por aliviarse indirectamente la deuda pública.
Si se mantuviera esa tendencia alcista del IPC, tarde lo temprano, tendrán que reaccionar nuestros silentes -en este tema- dirigentes cuando los pensionistas exijan (¿lo harán con un gobierno de izquierdas?) la revalorización prometida de sus ingresos conforme al IPC y los sindicatos de clase reivindiquen (¿de verdad se levantarán contra quienes generosamente les subvenciona?) subidas salariales que conserven su poder adquisitivo. Y llegarán también las quejas de los ahorradores, pequeños y grandes…Y cuando de una u otra forma se manifieste el malestar general, veremos qué soluciones aportan, si es que se les ocurre algo…
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DE MAL EN PEOR
(De mi puño y tekla)
Si es cierto que los españoles hemos soportado las Navidades más caras de los últimos 30 años y la inflación no permite sostener que las apreturas pasaran enseguida, el dato que se nos facilitó recientemente es mucho peor de lo esperado, y el futuro es aterrador. Concretamente, en el último mes de 2021 los precios han repuntado un 6,7% según el INE, propiciado por los combustibles, la electricidad y los alimentos, lo que lleva a los bancos nacionales a advertir de que los efectos destructivos de la inflación no serán transitorios, como se creyó al principio.
El Banco de España, en su momento, ya advirtió de que la inflación seguiría repuntando durante el invierno y que hasta la primavera el dato no emprenderá poco a poco el camino inverso. Si bien, tal moderación será insuficiente para que la inflación media en el 2022, sea incluso superior a la del ejerció que ha terminado. El hecho de que tanta fuerza supone amenaza para la recuperación, ya que impacta en el golpeado consumo y reduce el poder adquisitivo de todos los bolsillos. Pero como se suele decir, la inflación es el impuesto inexorable de los pobres.
Ante tan semejante escenario la economía familiar se siente de tal modo que la propaganda triunfalista del Gobierno, con un repunte en la balanza anual de Sánchez, perpetrado bajo el lema “cumpliendo”, solo genera efectos contraproducentes sobre la credibilidad presidencial.
Llenar el depósito de gasolina no resultaba tan gravoso desde hace una década. Preparar un menú navideño resulta más costoso que en años anteriores. Igualmente se calcula que la cesta de la compra se ha encarecido de media un 3,3%, la vivienda es un 4,2% más cara que en el 2020 tras treinta trimestres seguidos.
Pero lo que más se ha disparado es el precio de la luz, cuya escalada constante desde el verano, volvió temeraria cualquier promesa política. Al margen de promesas, la realidad es que 3,6 millones de hogares españoles pagan la luz más cara que en el 2018 por no hablar del impacto sobre empresas e industrias.
Finalmente, la economía española fue la que peor soportó el golpe de la pandemia, la que más cayó y la que peor está gobernando la recuperación. Aun así, la inflación lastra la recuperación de la que Sánchez sigue presumiendo y eso conlleva un error tremendo que pagaremos y estamos pagando a precios imposibles. Si Sánchez no es capaz de enderezar el rumbo del país, al menos, que evite sacar pecho de su lamentable gestión.
Atentamente.
José-Tomás Cruz Varela
Ex Director de RR.HH. Málaga
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