El Sol. Madrid, martes 10 de febrero de 1931 año XV,
número 4.211. página 12
Manifiesto de la Agrupación al Servicio de la República
Con el título que antecede se ha publicado el siguiente
documento:
«Cuando la historia de un pueblo fluye dentro de su
normalidad cotidiana, parece lícito que cada cual viva atento sólo a su oficio
y entregado a su vocación. Pero cuando llegan tiempos de crisis profunda, en
que rota o caduca toda normalidad van a decidirse los nuevos destinos
nacionales, es obligatorio para todos salir de su profesión y ponerse sin
reservas al servicio de la necesidad pública. Es tan notorio, tan evidente,
hallarse hoy España en una situación extrema de esta índole, que estorbaría
encarecerlo con procedimientos de inoportuna grandilocuencia. En los meses,
casi diríamos en las semanas, que sobrevienen tienen los españoles que tomar
sobre sí, quieran o no, la responsabilidad de una de esas grandes decisiones
colectivas en que los pueblos crean irrevocablemente su propio futuro. Esta
convicción nos impulsa a dirigirnos hoy a nuestros conciudadanos, especialmente
a los que se dedican a profesiones afines con las nuestras. No hemos sido nunca
hombres políticos; pero nos hemos presentado en las filas de la contienda
pública siempre que el tamaño del peligro lo hacía inexcusable. Ahora son
superlativas la urgencia y la gravedad de la circunstancia. Esto, y no
pretensión alguna de entender mejor que cualesquiera otros españoles los
asuntos nacionales, nos mueve a iniciar con máxima actividad una amplia campaña
política. Debieron ser personas mejor dotadas que nosotros para empresas de
esta índole quienes iniciasen y dirigiesen la labor. Pero hemos esperado en
vano su llamamiento, y como el caso no permite ni demora ni evasiva, nos vemos
forzados a hacerlo nosotros, muy a sabiendas de nuestras limitaciones.
El Estado español tradicional llega ahora al grado
postrero de su descomposición. No procede ésta de que encontrase frente a sí la
hostilidad de fuerzas poderosas, sino que sucumbe corrompido por sus propios
vicios sustantivos. La Monarquía de Sagunto no ha sabido convertirse en una
institución nacionalizada, es decir, en un sistema de Poder público que se
supeditase a las exigencias profundas de la nación y viviese solidarizado con
ellas, sino que ha sido una asociación de grupos particulares que vivió
parasitariamente sobre el organismo español, usando del Poder público para la
defensa de los intereses parciales que representaba. Nunca se ha sacrificado
aceptando con generosidad las necesidades vitales de nuestro pueblo, sino que,
por el contrario, ha impedido siempre su marcha natural por las rutas
históricas, fomentando sus defectos inveterados y desalentando toda buena
inspiración. De aquí que día por día se haya ido quedando sola la Monarquía y
concluyese por mostrar a la intemperie su verdadero carácter, que no es el de
un Estado nacional, sino el de un Poder público convertido fraudulentamente en
parcialidad y en facción.
Nosotros creemos que ese viejo Estado tiene que ser
sustituido por otro auténticamente nacional. Esta palabra “nacional” no es
vana; antes bien, designa una manera de entender la vida pública que lo
acontecido en el mundo durante los últimos años de nuevo corrobora. Ensayos
como el fascismo y el bolchevismo marcan la vía por donde los pueblos van a
parar en callejones sin salida: por eso, apenas nacidos padecen ya la falta de
claras perspectivas. Se quiso en ambos olvidar que, hoy más que nunca, un
pueblo es una gigantesca empresa histórica, la cual sólo puede llevarse a cabo
o sostenerse mediante la entusiasta y libre colaboración de todos los
ciudadanos unidos bajo una disciplina más de espontáneo fervor que de rigor impuesto.
La tarea enorme e inaplazable de remozamiento técnico, económico, social e
intelectual que España tiene ante sí no se puede acometer si no se logra que
cada español dé su máximo rendimiento vital. Pero esto no es posible si no se
instaura un Estado que por la amplitud de su base jurídica y administrativa
permita a todos los ciudadanos solidarizarse con él y participar en su alta
gestión. Por eso creemos que la Monarquía de Sagunto ha de ser sustituida por
una República que despierte en todos los españoles a un tiempo dinamismo y
disciplina, llamándolos a la soberana empresa de resucitar la historia de
España, renovando la vida peninsular en todas sus dimensiones, atrayendo todas
las capacidades, imponiendo un orden de limpia y enérgica ley, dando a la
justicia plena trasparencia, exigiendo mucho a cada ciudadano trabajo,
destreza, eficacia, formalidad y la resolución de levantar nuestro país hasta
la plena altitud de los tiempos.
Pero es ilusorio imaginar que la Monarquía va a ceder
galantemente el paso a un sistema de Poder público tan opuesto a sus malos
usos, a sus privilegios y egoísmos. Sólo se rendirá ante una formidable presión
de la opinión pública. Es, pues, urgentísimo organizar esa presión haciendo que
sobre el capricho monárquico pese con suma energía la voluntad republicana de
nuestro pueblo. Esta es la labor ingente que el momento reclama. Nosotros nos
ponemos a su servicio. No se trata de formar un partido político. No es sazón
de partir, sino de unificar. Nos proponemos suscitar una amplísima Agrupación
al Servicio de la República, cuyos esfuerzos tenderán a lo siguiente:
Primero: Movilizar a todos los españoles de
oficio intelectual para que formen un copioso contingente de propagandistas y
defensores de la República española. Llamaremos a todo el profesorado y
magisterio, a los escritores y artistas, a los médicos, a los ingenieros,
arquitectos y técnicos de toda clase, a los abogados, notarios y demás hombres
de ley. Muy especialmente necesitamos la colaboración de la juventud. Tratándose
de decidir el futuro de España, es imprescindible la presencia activa y sincera
de una generación en cuya sangre fermenta sustancia del porvenir. De corazón
ampliaríamos a los sacerdotes y religiosos este llamamiento, que a fuer de
nacional preferiría no excluir a nadie; pero nos cohíbe la presunción de que
nuestras personas carecen de influjo suficiente sobre esas respetables fuerzas
sociales.
Como la Agrupación al Servicio de la República no va a
modelarse un partido, sino a hacer una leva general de fuerzas que combatan a
la Monarquía, no es inconveniente para alistarse en ella hallarse adscrito a
los partidos o grupos que afirman la República, con los cuales procuraremos
mantener contacto permanente.
Segundo: Con este organismo de avanzada,
bien disciplinado y extendido sobre toda España, actuaremos apasionadamente
sobre el resto del cuerpo nacional, exaltando la gran promesa histórica que es
la República española y preparando su triunfo en unas elecciones
constituyentes, ejecutadas con las máximas garantías de pulcritud civil.
Tercero: Pero, al mismo tiempo, nuestra
Agrupación irá organizando, desde la capital hasta la aldea y el caserío, la
nueva vida pública de España en todos sus haces, a fin de lograr la sólida
instauración y el ejemplar funcionamiento del nuevo Estado republicano.
Importa mucho que España cuente pronto con un Estado
eficazmente constituido, que sea como una buena máquina en punto, porque bajo
las inquietudes políticas de estos años late algo todavía más hondo y decisivo:
el despertar de nuestro pueblo a una existencia más enérgica, su renaciente
afán de hacerse respetar e intervenir en la historia del mundo. Se oye con
frecuencia más allá de nuestras fronteras proclamar, como el nuevo hecho de
grandes proporciones que apunta en el horizonte y modificará el porvenir, el
germinante resurgir ibérico a ambos lados del Atlántico. Nos alienta tan
magnífico agüero; pero su realización supone que las almas españolas queden
liberadas de la domesticidad y el envilecimiento en que las ha mantenido la
Monarquía, incapaz de altas empresas y de construir un orden que a la vez
impere y dignifique. La República será el símbolo de que los españoles se han
resuelto por fin a tomar briosamente en sus manos propias su propio e
intransferible destino. Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de
Ayala.»
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Con el siguiente enlace puede llegarse a unos interesantes comentarios hechos por los autores del MANIFIESTO, tras su publicación.
http://www.filosofia.org/hem/dep/sol/9310210m.htm