En el discurso “Rectificación de la República” del día 6 de diciembre de 1931, Ortega y Gasset marcó ya sus diferencias en varias cuestiones contenidas en el proyecto constitucional y con algunas actitudes políticas del gobierno. Ortega criticaba el anticlericalismo, las autonomías que reavivaban los nacionalismos y la intervención del Estado en el mundo empresarial y la economía. También se distanció de la derecha más conservadora que intentaba mantener sus privilegios. Realmente pretendía, desde una visión elitista de la política, que se hicieran las reformas que el régimen de la restauración monárquica no supo o no quiso hacer, pero sin dejar campo a la izquierda más extrema, y evitando siempre el enfrentamiento partidista.
En la misma conferencia pronunciada días antes de la aprobación de la Constitución republicana, Ortega también se mostró partidario de formar un gran partido nacional y proponer a Miguel Maura como su probable líder para dirigirlo. Se trataba de un partido político nuevo en el que cupieran todas las clases sociales españolas y estuviese impregnado de un fuerte carácter social. A pesar de ser crítico con la derecha conservadora, Ortega nunca se aproximó al socialismo.
Al no poder constituirse el gran partido deseado, el desencanto de los dirigentes de la A.S.R. fue creciendo en la misma medida en la que se iban distanciando de la acción política activa. Parece ser que los intelectuales de esa formación no se adaptaron al juego y debate dialéctico del día a día. Es indudable que tenían las ideas muy bien articuladas, pero no lograron con sus brillantes palabras e ideología centrada enfervorizar a un pueblo que se mostraba cada día más proclive a los extremismos.
Así como la ilusión por cambiar España había motivado la creación de la Agrupación, el desánimo surgido en sus principales líderes, fruto de la realidad compleja de la política y del cariz de ciertas medidas tomadas por sus responsables, algunos de ellos demasiados radicales, les llevó a tomar una tajante decisión.
Poco tiempo pasó desde la esperanzada proclamación de la República hasta el pesimismo que les causaba el rumbo tomado y llevado cada día más por una política de “las masas” en la que las posturas individuales resultaban estériles frente a las acciones de unos partidos muy institucionalizados. Todo lo anterior y la frustración que debió sentir al no poder formarse su partido de ámbito nacional, centrado y alejado de totalitarismos de uno y otro bando, les movieron a disolver la Agrupación que había resistido menos de dos años.
El 29 de octubre de 1932, el periódico Luz publicó El «Manifiesto disolviendo la Agrupación al Servicio de la República». En él Ortega explicaba que la República estaba ya “suficientemente consolidada”, que su grupo había conseguido el objetivo fijado y se disolvía “dejando en libertad a sus hombres para retirarse de la lucha política o para reagruparse bajo nuevas banderas y hacia nuevos combates”.
Los miembros de la A.S.R. continuaron su trayectoria política en distintos partidos; la mayor parte pasó al Grupo Republicano Independiente, pero algunos pasaron al Frente Popular.
A continuación se expone el texto del Manifiesto de disolución de la A.S.R.
AL SERVICIO DE LA REPÚBLICA.
UN MANIFIESTO AL PAÍS DISOLVIENDO LAAGRUPACIÓN
“Firme el nuevo régimen sobre el suelo de España, la Agrupación debe disociarse sin ruido ni enojos”
Como iniciadores de la Agrupación al Servicio de la República nos reunimos el jueves, 13, con los demás diputados que forman el grupo parlamentario adscrito a aquélla, y les expusimos nuestro convencimiento de que, habiéndose logrado tiempo hace las finalidades precisas que nuestro llamamiento de enero 1931 enunciaba, era obligatorio dar por terminada la actuación conjunta de los que entonces nos reunimos. Los diputados que integran la minoría parlamentaria reconocieron sin discrepancia la necesidad de lo propuesto por nosotros, y acordaron la disolución del grupo representante de nuestro movimiento, encargándonos de comunicar el acuerdo a los núcleos locales repartidos por todo el país.
Por nuestra parte, al cumplir esta Indicación de nuestros compañeros parlamentarios, invitamos a los de toda España para que deliberen sobre la conveniencia de no seguir actuando bajo el nombre y disciplina de la Agrupación al Servicio de la República. Ninguna razón nueva, ningún hecho sobrevenido, salvo la ocasión de anunciarse ahora el intento de nuevas conjunciones republicanas, obliga a tomar tal resolución en esta fecha. Pero, a nuestro juicio, emana el presente acuerdo del significado mismo que tuvo nuestro empeño, cumplido el cual, por fortuna, hace tiempo, no se advierte razón firme que recomiende la perduración de nuestra campaña.
La Agrupación al Servicio de la República nació con estos dos propósitos exclusivos: combatir el régimen monárquico y procurar el advenimiento de la República en unas Cortes Constituyentes. Pudo juzgarse entonces que esto último era utópico; pero ello es que los hechos, por una vez, confirmaron la utopía, y con una velocidad y una sencillez tales, que dejaron atrás nuestro utopismo. La índole de ambos propósitos eliminaba todo intento de dar a la Agrupación el carácter estricto de partido político. Por eso llamamos no sólo a los que pudieran discrepar en la concreción de sus programas políticos, sino muy especialmente a los que no eran políticos, invitándoles a suspender provisionalmente las tareas de su vocación personal para acudir a una urgencia nacional de histórico rango.
Cuando se hizo por el Gobierno provisional la convocatoria a elecciones para Cortes Constituyentes, fueron reunidos en Asamblea los representantes de todos los grupos locales, y se acordó no acudir al cuerpo electoral con aspiraciones de grupo político, si bien la mayoría de los asambleístas creyó conveniente conservar la Agrupación como tal, sin los caracteres rigorosos de un partido.
Al terminar la discusión constitucional, el Sr. Ortega y Gasset creyó llegada la hora de no mantener juntos los que habían sido unidos para una tarea ya lograda; pero casi todos los demás diputados de la minoría parlamentaria opinaron que debía ésta proseguir su labor, teniendo en cuenta que se avecinaba obra legislativa tan importante como el Estatuto catalán y la reforma agraria. Una vez promulgadas estas dos grandes leyes, no parece que deba darse nueva demora a la disolución de nuestra colectividad.
Insistimos, pues, en que no hemos querido formar un partido, y siempre que por mejor opinión ajena se resolvió continuar reunidos, hicimos constar los iniciadores que había de ser ello con el designio de fomentar la creación de grandes fuerzas políticas. A ello obedece el llamamiento que uno de nosotros hizo en diciembre último para que se formase un ingente partido nacional. No se logró esta incitación, que quedó en el aire inválida y sin que nadie, entonces, fuera de nuestro grupo, la considerase oportuna ni acaso discreta. Pero, consecuentes con aquella idea, y oyendo que se hacen hoy de otros lugares llamamientos análogos, no queremos ser estorbo para su buen éxito e invitamos a nuestros agrupados para que recobren plena franquía y acudan donde su juicio sobre la actual situación política les recomiende.
La Agrupación ha laborado en el Parlamento cuanto ha podido. Su obra y esfuerzo efectivos han sido mayores de lo que las apariencias han revelado, porque procuró afanarse con modestia y sin ruido. Cuando los Gobiernos han planteado problemas legislativos, empezando por la Constitución, ninguna minoría ha tardado menos en presentar un dictamen completo e intensamente estudiado. Nuestros representantes han trabajado con denuedo ejemplar en casi todas las Comisiones parlamentarias, y merecen de todos nuestros agrupados, y especialmente de nosotros, fervorosa gratitud.
La República está suficientemente consolidada para que pueda y deba comenzar en ella el enfronte de las opiniones. Mas la Agrupación, por su génesis misma, por su espíritu e intento inicial, no puede ser una fuerza adecuada para combatir frente a otras fuerzas republicanas. Nació para colaborar en el advenimiento de la República sin adjetivos ni condiciones. Firme el nuevo régimen sobre el suelo de España, la Agrupación debe disociarse sin ruido ni enojos, dejando en libertad a sus hombres para retirarse de la lucha política o para reagruparse bajo nuevas banderas y hacia nuevos combates.
José Ortega y Gasset. Gregorio Marañón. Ramón Pérez de Ayala.
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Fuente: Luz. Diario de la República. Sábado 29 de octubre de 1932. (AÑO I, NUMERO 255)
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003522891&search=&lang=es