El Sr. CALVO SOTELO: Yo deseo formularle varias preguntas al Sr. Ministro de la Gobernación, y necesito dejar constancia de la razón de ser de esas preguntas.
No es difícil el cumplimiento de este requisito previo, porque el rosario amarguísimo de fechorías y de turbulencias que está esmaltando la vida española en estas últimas semanas late en la conciencia de todos los que aquí nos hallamos, aunque sea desconocido por gran parte de nuestros compatriotas.
Como no quiero molestar la atención de la Cámara con palabras innecesarias, habré de entregar al Diario de Sesiones una relación complementaria de la que facilite en anterior ocasión, que abarca y enumera, sintética y escuetamente, Ios episodios de violencia, de lucha, de sangre, de incendio y destrucción material y espiritual ocurridos en España desde el 1 de Abril hasta el 4 del corriente mes de Mayo. (El Sr. Ministro de la Gobernación: Añada S. S. los del día 6 con fascistas, en Santander, disparando tiros contra familias tranquilas, para que esté la estadística completa.) Los desconocía, pero como S. S. lo conoce, no tengo inconveniente en añadirlos, porque la relación es objetiva (no hecha por mí, naturalmente, ya que carezco de elementos informativos para ello), y cuando se habla de muertos y se conoce su filiación se indica, diciéndose unas veces que son guardias civiles; otras, socialistas, y otras, fascistas. La relación, repito, es objetiva y, por tanto, lo relativo al día 6 en la provincia de Santander, que desconocía, con mucho gusto por mi parte será incorporado.
Pero esta relación puede sintetizarse en unas cifras escuetas que me interesa hacer públicas en alta voz, llegando, repito, hasta el día 4 de Mayo. Son estas: muertos, 47; heridos, 216, de los cuales casi 200 graves; huelgas de toda especie, 38; bombas y petardos, 53 ; incendios totales o parciales, y en su mayor parte de iglesias, 52 ; atracos, atentados, saqueos, agresiones, etcétera, 99. Hay una variedad casi infinita en los hechos englobados en estas cifras; es un cromatismo verdaderamente siniestro en el que pueden, apreciarse todos los matices de la maldad, de la barbarie suelta, del salvajismo y también, ¿por qué no decirlo?, de la autoridad ausente, cuando no cómplice. No falta en esta gama horrísona ninguna, absolutamente ninguna de las notas inhumanas imaginables por los hombres que tengan el espíritu más delirante. La nota grotesca o carnavalesca a cargo de aquellos comunistas de Llanes que el día 14 de Abril hicieron recorrer las calles de la villa a un asno que llevaba sobre sus lomos la bandera republicana. La nota sarcástica y cruel también de esos pobres curas de aldea que después de contemplar el incendio o el saqueo de sus iglesias y aun de sus casas rectorales, o de verlas convertidas en salón de baile o en círculo extremista, son objeto de la detención o de la deportación, cuando no del apaleamiento. La nota analfabeta, inconcebible, incalificable, que define todo un momento histórico, una situación y una fase política, de esos energúmenos de Polanco, pueblo natal de Pereda, una de las más purísimas glorias de la literatura española, que saquearon la casa en que había nacido Pereda y que estaba convertida en museo dedicado a perenne homenaje y recuerdo de su memoria. (Un Sr. Diputado: Y robaron todos los objetos artísticos que tenía allí la familia.) La nota zafia, de esa cafrería suelta, que ha destruido infinidad de cruceros artísticos y cruces visigóticas, perenne recuerdo de la tradición y muchas veces, además, magnificas joyas del arte nacional y de la riqueza española. La nota antiespañola, que hay que recoger aquí con toda energía, de que con motivo del entierro de esos dos hermanos Badía, cobardemente asesinados, lucieran espléndidamente los colores de la bandera separatista con la estrella solitaria ante las autoridades del Estado y de la República, sin la más leve protesta. (Protestas. Un Sr. Diputado: Ya veremos quien los asesinó, Sr. Calvo Sotelo, cobardemente.) Ya lo he dicho, cobardemente asesinados. (Un señor Diputado: Por de pronto hay señores fascistas.) Sea quien sea, digo que fue un cobarde el que los asesinó y que el asesinato de esos señores, como el de otros, es una cobardía. (Nuevas protestas. Un Sr. Diputado: Pido la palabra.)
El Sr. PRESIDENTE: No hay palabra en las preguntas.
El Sr. CALVO SOTELO: ¿Qué es eso de creer que nosotros establecemos un fielato más allí de la muerte para compadecernos de los que mueren cuando tienen un color político y no cuando tienen otro? Yo ante el que muere, si muere villana y violentamente, y aunque no muera así, como cristiano, rezo, y como caballero, me descubro. (Aplausos.)
Y para terminar en esta rapsodia de matices verdaderamente inconcebible, trágica y dolorosa, no falta el matiz más criminal, el más infrahumano, un matiz zoológico, de brutalidad inimaginable, que se ha revelado en los hechos que el señor conde de Gamazo exponía con tan sobria elocuencia y que consiste en la muerte a puñetazos, mordiscos y palizas de las turbas, de turbas que se amontonan en círculo alrededor de una víctima indefensa, que unas veces es, como en Lebrija, un teniente de la Guardia civil de paisano e inerme, y otras son, como anteayer en Madrid, pobres mujeres (algunas de las cuales están moribundas -una ha muerto, según me dicen-), y que, rodeadas de una maraña de arpías y de fieras, van poco a poco muriendo, desangrándose, desgarradas, sin un gesto de humanidad en nadie, precisamente por esa falta de autoridad a que antes he aludido. (Fuertes y violentas protestas.) –
El Sr. PRESIDENTE: Su señoría mismo tiene la culpa de lo que sucede, porque sabe perfectamente que lo que está diciendo sale de la esfera de un ruego o de una pregunta, que es para lo que le he concedido la palabra. Le suplico; pues, que se ciña a los términos de las mismas. (Continúan las protestas.)
El Sr. ALVAREZ ANGULO: La culpa la tenéis vosotros, que habéis mandado con los caramelos a Ias mujeres. (La Sra. Ibarruri: ¿Cuándo se va a traer al Parlamento el debate sobre lo de Asturias? Aplausos. La Sra. Nelken: Los verdugos no tienen derecho a hablar. Ni más ni menos. No se puede tolerar semejante impudor y semejante cinismo. Hable S. S. de lo de Carbayín. Un señor Diputado: Se atreven a hablar de crueldades los asesinos de Asturias.)
El Sr. CALVO SOTELO: Estos son los hechos. ¿Qué preguntas me sugieren, …,
… … … …
El Sr. CALVO SOTELO: Es que con relación a estos hechos, y a otros anteriores, se han realizado una serie de detenciones, que unos calcularon en 8.000, otros en 10.000 y hasta 12.000 españoles, muchos por ser fascistas, otros por parecerlo, otros por haberlo sido. Y tengo derecho a preguntar al Sr. Ministro de la Gobernación en qué se funda esa política de encarcelamiento en redadas, con un criterio tan ciego que en algunos casos ha producido situaciones, ya enojosas, ya grotescas porque se ha cogido toda una lista completa de personas adscritas a Falange Española en Madrid, pero que no pertenecen ya a esta organización, y se las ha ido a buscar (habiendo entre ellas fallecidos, emigrados, etc.) (Un Sr. Diputado: Explane S. S. una interpelación. Otro Sr. Diputado: Eso no se puede consentir. El Sr. Álvarez Angulo: ¡Que se hable de eso y no de las víctimas de Asturias es una vergüenza! Estáis haciendo lo que os da la gana.)
… … … … … … …
Otra pregunta que deseo dirigir al Sr. Ministro de la Gobernación: … Que existe un Estado oficial constitucional trazado en la Constitución misma de la República, todos lo sabemos; pero es que ese Estado se halla mediatizado por otro subalterno, capcioso, muchas veces faccioso, por un Estado subversivo, integrado exclusivamente por el marxismo, que actúa sindicalmente en unos casos, y, políticamente, en otros. Actúa sindicalmente, sojuzgando a patronos y a obreros, al Estado y a la economía nacional, al servicio de un interés perfectamente legítimo, pero que no es siempre el interés nacional, que es el que debe pesar sobre todos los demás; y actúa políticamente, porque el Estado, en muchos casos ha descendido, ha degradado su propia jerarquía insustituible y suprema, consintiendo la incrustación apendicular de organismos milicianos marxistas que suplen a las fuerzas del Estado, que nunca debieran prestarse a tales sustituciones . (Fuerte rumores.) Y yo pregunto al Sr. Ministro de la Gobernación: ¿Cómo y por qué hay ciudadanos pertenecientes a una determinada fracción política que, invistiéndose de hecho de una autoridad que no les corresponde, cachean, registran, detienen y ejercen facultades policiacas, amparados unas veces y suplantando otras a los gobernadores civiles, que en provincias como Murcia y Valladolid han tenido que enfrentarse con estos elementos? Su señoría comprenderá que esta es una pregunta lícita.
Otro de los extremos que iba a tratar era el relativo al desarme. Yo debo decir que me parece muy bien que se desarme, si es por igual a las derechas y a las izquierdas. (Grandes rumores. Un Sr. Diputado: ¡Ahora, ahora! -El Sr. Álvarez Angulo: En Granada se han recogido más de veinte mil armas a las derechas.) ¿Qué piensa sobre esto el Gobierno? ¿Qué de tolerarse un criterio desigual?