El Sr. GAMAZO: Muy pocas palabras para celebrar los aplausos que se acaban de tributar, por las minorías socialista y comunista, al Sr. Ministro de la Gobernación. Decía el Sr. Ministro de la Gobernación que él acudió con las fuerzas adonde fue preciso; yo tengo que insistir, Sr. Ministro, en que es preciso restablecer la fuerza espiritual de la justicia, la fuerza espiritual de la autoridad, y que esa es la que hemos perdido. Su señoría tiene necesidad de realizar un gran esfuerzo para volver a restablecerla, porque los resortes se gastan pronto, pero restablecer aquella no es tan fácil. En España, repito, de lo que carecemos es de esa fuerza de la autoridad, que, sin necesidad de imponerse, ni de hacer uso de las armas, ha de mantener la quietud de los espíritus y a cada cual a su puesto de la vida ciudadana.
Hace mal S. S. en inculparnos a nosotros -claro es que no nos ha inculpado, ni siquiera, en líneas generales; ha sentido la duda de si podíamos ser los inventores de esa historia de los venenos, porque nosotros, que somos los que sufrimos las consecuencias y las personas que con nosotros están identificadas en ideas religiosas, ¿cómo íbamos a ser los que lanzásemos la noticia e hiciésemos correr esa especie? ¿Qué razón, qué fundamento habría? Entonces, seríamos nosotros los propios asesinos de los nuestros, contrariando nuestro espíritu religioso y la tranquilidad de nuestras propias familias, que están en muchas de esas casas o conventos.
El Sr. Ministro de la Gobernación hablaba de las balas "dum dum"; la guerra es una locura, y en ella se usa de todas las armas, pero la guerra civil lo es aún mayor. Mi deseo, Sr. Ministro de la Gobernación, al levantarme a hablar aquí, ha sido evitarla; celebro que S. S. esté dispuesto a que en el país no continúen los trastornos que venimos padeciendo. Me basta con esas palabras y, en esa esperanza, celebraré no tener que volver a levantarme en la Cámara para recordárselas a S. S. si después de la tarde de hoy se han producido nuevos sucesos.
El Sr. CALVO SOTELO: Para rectificar brevísimamente las principales afirmaciones del señor Casares Quiroga relativas a mis preguntas.
Una de ellas ha sido ya rectificada por el señor Gamazo: Es una patraña, puesta en labios de S. S. no quiero calificarla así, pero si como argucia polémica, suponer que pueda haber hombres de derecha, personas de derecha, capaces de inventar infundios, estupideces criminales, como eso de los caramelos envenenados. Esto, en una inteligencia despierta como la de S. S., no tiene cabida posible habiendo buena fe. (Rumores y protestas. Un Sr. Diputado: Tiene que ser de izquierdas.) No es posible que eso lo inventen las personas de derecha, llamadas a sufrir los mayores perjuicios. (Grandes rumores.)
Y digo también, en complemento de lo indicado por el Sr. Casares Quiroga, que quienes el lunes actuaron en las calles madrileñas, con un sentido amotinado y con daño de personas y de cosas, de intereses morales y materiales de la derecha, esos, desde luego, no han sido electores de los hombres que nos sentamos en estos bancos: han sido electores de los representantes del Frente Popular. (El Sr. Carrillo: Son los que dispararon desde la iglesia de los Ángeles. La señora Ibárruri: Quienes inventaron el bulo de los niños con los ojos sacados. La Presidencia reclama orden.) El Sr. Casares Quiroga, a poco que recapacite, comprenderá que las voces que desde estos bancos se elevan, solicitando autoridad y energía para evitar la sangría en que está derritiéndose gran parte de la energía muscular española, son voces que están interesadísimas en que el Estado no sucumba, ni se derruya y que, por consiguiente, sienten, con los hombres que ocupan ese banco azul -cualquiera que sea su filiación política, mientras sea la filiación política burguesa encajada en la Constitución republicana vigente-, una mínima afinidad de orden moral y material que les sitúa en una proximidad mucho mayor-aunque a vosotros os parezca esto absurdo y queráis recusarlo- que la que pueda existir entre vosotros y vuestros vecinos del Frente Popular. …
El Sr. CALVO SOTELO: Segunda afirmación: el Sr. Casares Quiroga recoge palabras del señor Azaña, diciendo que no quiere presidir una guerra civil. Pues eso es lo que nosotros queremos, señor Ministro de la Gobernación, que no haya guerra civil en España, y para eso, que se ataje, que se suprima toda violencia; pero toda violencia, la de un lado y la de otro, porque lo contrario no es impedir la guerra civil, sino fomentarla y ayudarla, quizá contra la propia voluntad, pero fomentarla y ayudarla. El desarme ha de ser total, y la prueba de la sinceridad con que nosotros lo pedimos es que no nos dolerían prendas y daríamos facilidades para toda clase de leyes represivas (Fuertes protestas. Varios Sres. Diputados: ¡Ahora, ahora! El señor Presidente reclama orden.) en esta materia. Pero lo intolerable es que ese desarme se conciba unilateralmente y que se practique de modo fragmentario, de modo sectario por las autoridades; pues, diga lo que diga el Sr. Casares Quiroga, y yo celebraría mucho que los hechos respondieran a sus palabras de esta tarde, sostengo y repito que actualmente al lado de las autoridades públicas y oficiales del Estado constituido actúan erigidas en autoridad facciosa, aun cuando no lo parezcan, elementos sociales que poseen armas, no las cortas, sino largas, que las esgrimen y exhiben, que con ellas al hombro o en el bolsillo realizan funciones policiacas y que vejan, por consiguiente, al resto die los ciudadanos españoles. Nosotros no recusamos las actuaciones del Poder público cuando se fundan en una ley, porque la ley, que nos impone a todos deberes estrechos, nos concede, mayores o menores, los recursos precisos para defendernos de su posible transgresión; de lo que tenemos que protestar airadamente es de que estos particulares, pertenecientes a agrupaciones u organizaciones de, tipo social, asuman funciones estatales; estas sólo corresponden al Estado y a quien legítimamente le representa. En esta petición, Sr. Casares Quiroga, no debe ver S. S. el propósito de mortificar al Gobierno, ni una aspiración subversiva, sino todo lo contrario, porque, en definitiva, pido algo que conviene al interés, a la dignidad y al decoro del Poder público. (Rumores prolongados.)
Para terminar ya lamentando que se vaya perdiendo lo que ha sido noción de cortesía consuetudinaria e indiscutida siempre en el seno de una Cámara (Fuertes protestas); para terminar, he de decir a S. S. dos palabras escuetas sobre el fascismo. (Rumores.) Tenga S. S. perspicacia política -no es consejo; ya comprendo que no tengo títulos para dárselos a S. S. Es la expresión de un criterio que en estos momentos, a mi juicio, responde perfectamente a la realidad española. El fascismo, aquí y fuera de aquí, no es un momento primero: es un momento segundo; no es una acción, es una reacción. En Inglaterra, como no hay comunismo, no hay fascismo apenas. (Rumores y protestas.) En España, como el comunismo es una realidad, y aun cuando S. S. haya proferido palabras de optimismo casi panglossiano al mostrar su incredulidad respecto al peligro social, estoy bien convencido de que en su fuero interno su señoría piensa de otro modo; como en España el comunismo avanza, quiéranlo o no SS. SS., desde el Poder público y penetra por la fuerza, el fascismo, no como organización determinada, que es lo de menos, sino como sentimiento de defensa nacional, incoercible, indefinido, que muchos no saben precisar ni estructurar, irá creciendo hasta que desaparezca ese peligro social. (Fuertes rumores y protestas. El Sr. Presidente reclama orden.) Tenga perspicacia S. S. y por los medios policiacos que están a su alcance investigue y escrute la manera de pensar y de reaccionar de estos millares de españoles que ahora, gubernativamente, muchos sin haber sido jamás fascistas ni pensar en cosa semejante, han estado en Ia cárcel diez, quince, veinte días; y varios millares siguen en ella. (Fuertes rumores. Varios señores Diputados: Y antes nosotros.). Esos ciudadanos salen de la cárcel impetuosos y fascistas o prefascistas.
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Diario de Sesiones, 6 de mayo de 1936
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